La crisis del gobierno educativo: una remoción y una oportunidad
El comienzo de la semana pasada nos trajo una noticia que
venía manejándose por la prensa desde hacía unos días: cesaron en su cargo a la
Directora General de Secundaria, la profesora Celsa Puente. Y digo cesaron,
porque es lo que efectivamente sucedió. Lo de “renunció” no es más que uno de
los habituales eufemismos del campo político a la hora de tramitar este tipo de
situaciones.
Lo cierto es que le bajaron el pulgar a quien hasta ese
momento ejercía una especie de “reinado”, incluso atribuyéndose espacios de
poder pocas veces visto a la interna del colegiado que gobierna Secundaria -por
ejemplo, atribuirse el ser la única jerarca del organismo con la potestad de
crear grupos y horas de apoyo, según informó a fines de marzo el diario El
Observador-, y que se jactaba de tener un apoyo de privilegio, que incluía a la
Ministra María Julia Muñoz y al mismísimo Presidente Tabaré Vázquez.
Ese mismo “envalentonamiento” con el cual le había marcado
a otros su poder absoluto en más de una situación -alcanza con recordar sus
palabras proferidas en la Junta de Inspectores de Secundaria de octubre del año
pasado y que dejaron al desnudo incluso una concepción violatoria de la
autonomía de la ANEP-, es dable considerar que fue parte de lo que también le
terminó jugando en contra en el episodio concreto que termina con su remoción:
¿acaso Puente supuso que su forma de proceder estaba nuevamente más allá del
alcance del poder del Codicen y que no era necesario ni siquiera contestar los
mensajes que le advertían de que se había excedido en el plazo vacacional
indicado para retomar sus funciones al frente del Desconcentrado?
Las dificultades de aceptar el regreso al llano por parte
de la ex-jerarca, luego de caer desde una altura autoexacerbada, no demoraron
en aparecer en el ruedo mediático e incluyeron el señalamiento de que fue
cesada por su condición de mujer (algo que “los varones no pueden tolerar”,
según remarca en entrevista publicada el jueves 19 en el semanario Búsqueda),
pasando por señalar como “culpables” de su caída a Wilson Netto (Presidente del
Codicen) y Robert Silva (Consejero en representación de los docentes en el
Codicen) e incluyendo una apelación al emotivismo fundada en señalar haber sido
víctima de una “vulneración de sus derechos laborales”.
En el gesto final, la autocrítica -como a lo largo de toda
su gestión- brilló por su ausencia. No hubo una sola mención de su parte a los
cuestionamientos por todos conocidos respecto de su labor, que no pasan
simplemente por aspectos estrictamente técnicos, sino que aterrizan
particularmente en sus modos de procesar los vínculos con aquellos actores que
resultan clave a hora de conducir Secundaria.
Sus acciones negativas en tal sentido van desde el bloqueo
y ninguneo proferido contra la Consejera Isabel Jaureguy -quien denunció tal
situación en reiteradas ocasiones-, pasando por los agravios permanentes
respecto de los docentes que cuestionaban públicamente su gestión (llegando al
punto de agraviarlos por vías de redes sociales) y un relacionamiento tenso y
distante con los sindicatos docentes, donde tampoco faltaron insultos públicos
desde su parte.
Completando el cuadro, en los días previos se sumó una
denuncia periodística que detallaba que una de las Secretarias personales de
Puente (que poseía el récord de tener cinco Secretarias) era la pareja de un
sobrino suyo y había sido incorporada el año pasado a trabajar bajo sus
órdenes, justo en tiempos donde se destapan en varias dependencias del Estado
casos de acomodos relacionados con lazos familiares.
La situación generada debería arrojarnos más de una
enseñanza: una saludable gestión del campo educativo requiere tender puentes
con los docentes -actores centrales del proceso educativo-, fundar el accionar
en el valor del trabajo en equipo entre los integrantes del ejecutivo que
conducen el barco y saber encauzar de modo positivo las críticas que toda
función pública y de exposición implica, tramitando las inevitables diferencias
que vayan surgiendo desde el respeto, la autocrítica y la capacidad
argumentativa.
Por supuesto, requiere tener buenas ideas y tener un plan
respecto de cómo llevarlas a cabo, pero sin enredarse incluso en este terreno
en la errónea concepción de que el ejercicio efectivo del liderazgo pedagógico
va de la mano de la soberbia y la práctica autoritaria.
Hay una diferencia crucial entre autoritarismo y autoridad.
La autoridad se legitima desde el aprecio ético e intelectual que se tiene
sobre la persona que ejerce el rol de mandar. Implica ser un referente valorado
positivamente para el que debe finalmente cumplir órdenes.
El próximo jueves 3 de mayo asumirá la profesora de
Historia Ana Olivera al frente de Secundaria. En primera instancia, esperemos
que su vínculo con los docentes sea desde un lugar realmente constructivo y, en
segundo lugar, que sepa distinguir claramente entre actuar “con firmeza” y el
ejercicio autoritario, algo que su predecesora sigue sin comprender (y que es
deseable pueda finalmente entender y modificar su accionar, ahora desde su
retomado rol de Inspectora).
Esperemos que Olivera pueda construir puentes y no
dedicarse a derribarlos. Son varios los problemas por solucionar que
tenemos en el terreno de la educación como para que quienes la gobiernan sean
parte central de los dolores de cabeza.
Es tiempo de construir una agenda educativa que esté por encima
de personalismos y de partidos políticos. El país enfrenta una crisis de
valores que en buena medida se funda en el déficit educativo y cultural que
padecemos.
Nuestra crisis no es económica, sino moral. Y la educación y la cultura son la clave para salir a flote. No podemos seguir perdiendo tiempo al respecto y urge asumir de una vez por todas tal responsabilidad.
O comprendemos que debe ser prioritario atender debidamente el problema de la marginalidad cultural y solucionar la pérdida de valores deseables para el mejor desarrollo de la convivencia o seguiremos bajando escalones como sociedad.
O comprendemos que debe ser prioritario atender debidamente el problema de la marginalidad cultural y solucionar la pérdida de valores deseables para el mejor desarrollo de la convivencia o seguiremos bajando escalones como sociedad.
Esperemos que la decisión tomada por el Codicen sea parte
del comienzo de hacerse cargo de la situación educativa y suponga el final de
la nefasta política de “barrer bajo la alfombra” y echarle la culpa a terceros.
Como sucede con todo momento de crisis, trae consigo una
oportunidad.
3 comentarios:
¿Para qué clase, profesor, para qué clase?
Si la persona en cuestión no contestó ni se presentó a trabajar cuando correspondía, me pregunto por qué no la cesaron por renuncia tácita al no presentarse ni contestar...
¿Será que sigue teniendo la protección de algún poderoso? ¿Quizás por "ser mujer"? LLega y tiene un puesto reservado esperándola como inspectora. ¿No hubiera sido mejor que la mandaran "a las 8 horas"? Como le hubiera pasado a cualquier otro en esa situación por cierto.
cualquier organización casi siempre funciona en equipo
el moderador
si es jefe tiene un resultado
si es líder supera las expectativas
en cuestiones delicadas si las hay como es la educación
enamorar un alumno en un contexto limitado sea intelectual económico social hace que los planes que funcionan en un lado no sean los mismos para otro para que vuelque toda su energía a seguir por lo menos hasta terminar bachiller
seleccionar planes/docentes (todos tenemos nuestra cuota de ego vanidad comodidad) y que los sindicatos acompañen (difícil que el chancho chifle) y comprometer a los padres o tutores a ser parte para alcanzar educación de calidad
menudo desafío
pero bueno alguien tiene que definir
a donde vamos (¿laica?¿que es laico?¿cuando se cruza la línea de los valores familiares? y así mas interrogantes de respeto hacia el que practica su filosofía de vida, que puede caernos bien regular o mal) ¿a donde vamos?
solo sentido común que es le menos común de los sentidos y que conste no soy el dueño de la verdad
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