domingo, 20 de diciembre de 2020

Consecuencias del año Covid

 Mi participación en el programa de cierre de temporada de La Tostadora, charlando junto a los colegas Sebastián Ruiz y Juan Gonzalo Correa sobre las consecuencias sociales, culturales, psicológicas, políticas, del Covid. 



También se puede ingresar desde: https://youtu.be/uQQHAs3SHQ4 

sábado, 19 de diciembre de 2020

Libertad, seguridad sanitaria y educación

Mi participación en El Día Podcast, donde charlamos sobre la tensión entre libertad y seguridad sanitaria y el rol de la educación en tiempos de pandemia, temas claves para pensar nuestro presente y futuro inmediato.



Accesible también en: https://cooltivarte.com/portal/libertad-seguridad-sanitaria-y-educacion/

martes, 15 de diciembre de 2020

Dialogando sobre el sentido de educar

Entrevistado en programa radial ("El futuro de la educación en debate", en 1410 AM) conducido por los colegas Claudio Rama y  Mary Ríos, donde dialogamos sobre el vínculo entre filosofía y educación, los principales desafíos que enfrentamos en materia educativa y respecto de mi ensayo "Sobre el sentido de educar".

https://uy.radiocut.fm/audiocut/dialogando-sobre-sentido-educar/ 

lunes, 14 de diciembre de 2020

Breve entrevista sobre el Estado de la Filosofía en Uruguay

Comparto breve entrevista que me realizó el colega mexicano Alejandro Segura respecto de la situación de la Filosofía en Uruguay.

https://teoriaenpocosminutos.wordpress.com/2020/12/14/estado-de-la-filosofia-en-uruguay/

viernes, 11 de diciembre de 2020

Contratapa: Desafíos intelectuales del siglo XXI

Comparto mi artículo en el nuevo número de Contratapa, respecto de los desafíos intelectuales que nos presenta este inicio del siglo XXI, en el marco de la era digital y, particularmente, en el campo educativo.

"Necesitamos formar ciudadanos que puedan participar en la discusión pública. Y si nos seguimos alejando cada vez más del fortalecimiento de la construcción cultural, en donde la educación juega un rol central, nuestros niveles de debates serán cada vez más bajos, con lo cual nuestro nivel de maduración y calidad democrática irá disminuyendo.
En esa necesidad de inclusión crítica, de tener debates de calidad, de poder tener nuevas generaciones que piensen los problemas de su época, la Filosofía juega un papel central."

lunes, 23 de noviembre de 2020

Entrevista sobre El rol de la Filosofía en tiempos digitales

Comparto la entrevista que me realizaron en Más temprano que tarde, programa de radio El Espectador, donde estuve dialogando sobre el rol de la filosofía en tiempos digitales, la situación educativa y el impacto del uso de las nuevas tecnologías en el marco de nuestra sociedad del cansancio. 

"El profesor de Filosofía, Pablo Romero, aborda la "cultura del aburrimiento", la "sociedad del cansancio" y la "pérdida de la calidad democrática."

https://espectador.com/mastemprano/entrevista/el-rol-de-la-filosofia-en-tiempos-digitales-como-las-redes-sociales-afectan-el-aprendizaje

https://cooltivarte.com/portal/el-rol-de-la-filosofia-en-tiempos-digitales-como-las-redes-sociales-afectan-el-aprendizaje/ 

lunes, 16 de noviembre de 2020

¿Es verdaderamente libre el ser humano?

¿Es verdaderamente libre el ser humano? ¿Somos tan libres como creemos? 

Reflexionando desde los aportes de Sartre, Viktor Frankl y Vaz Ferreira, entre otros, comparto mi participación en una nueva Mesa de Filósofos, junto a Miguel Pastorino, Horacio Bernardo y Romina Andrioli.





domingo, 15 de noviembre de 2020

Contratapa: el rol de la filosofía en tiempos digitales

 El rol de la Filosofía en tiempos digitales

Salió Contratapa, espacio de reflexión y debate sobre temas culturales, con mi artículo sobre El rol de la Filosofía en tiempos digitales. Entrevistas y excelentes artículos de colegas redondean un primer número imperdible. ¡Bienvenida Contratapa!
Se puede leer en:



jueves, 22 de octubre de 2020

La situación educativa en Uruguay, entre la emergencia y la urgencia

Dialogando en Radio Oriental sobre la situación educativa del país, marcada en términos cuantitativos por números preocupantes en cuanto al egreso de la educación media y las brechas de desigualdad existentes entre los quintiles socioeconómicos culturales más bajos y los más altos, y marcada en términos cualitativos por un descenso del capital cultural de nuestros jóvenes.
¿Qué sucede en la transición educativa entre primaria y secundaria? ¿Cuándo se marca fuertemente el rezago y la deserción? ¿Qué procesos para revertir esta situación debemos poner en marcha en lo inmediato? ¿Qué papel juegan las familias?



domingo, 18 de octubre de 2020

Educación: desafíos para construir el futuro tras la pandemia

Comparto mi exposición y posterior diálogo respecto de "Educación: desafíos para construir el futuro tras la pandemia", en el marco de los Conversatorios de Signis ALC, Signis Ecuador y la Comisión Ecuatoriana de Justicia y Paz.



jueves, 8 de octubre de 2020

Sobre el sentido de educar

Sobre el sentido de educar

"El profesor de Filosofía y docente de Ética en Universidad CLAEH, Pablo Romero, habló en Rompkbzas de su ensayo “Sobre el sentido de educar”, una selección de textos para pensar la realidad y el futuro de la educación en Uruguay.
El trabajo obtuvo el primer premio del Certamen de Ensayos 2020, organizado por la Gran Logia de la Masonería del Uruguay y titulado “Educación: la construcción permanente del futuro. Continuidades y desafíos de la enseñanza en Uruguay”.
En el documento, el docente reflexiona sobre los retos educativos del nuevo gobierno; sobre si es posible construir consensos para un plan nacional de educación; sobre educar en tiempos de pandemia y los desafíos intelectuales del siglo XXI."

jueves, 1 de octubre de 2020

Complejidad y desigualdades: reflexiones sobre la educación latinoamericana

Comparto la instancia del Encuentro Internacional "Pensar el caos, el vacío y las complejidades en educación", donde estuve disertando (mi exposición se tituló "Complejidad y desigualdades: reflexiones sobre la educación latinoamericana") y dialogando junto a colegas de Colombia y Argentina. 


https://youtu.be/GWIi-SOJFyw 

martes, 22 de septiembre de 2020

Mi ensayo Sobre el sentido de educar fue premiado

 Mi ensayo «Sobre el sentido de educar» ganó la convocatoria del Concurso abierto titulado «Educación: la construcción permanente del futuro. Continuidades y desafíos de la enseñanza en Uruguay«, que contó con el jurado conformado por Juan Pedro Mir, Sonia Scaffo y Fabrizio Patritti.

El ensayo será publicado en libro papel, así que espero poder compartirlo en breve con todos ustedes y seguir generando los necesarios puentes de diálogo y construcción en relación al campo educativo.

Comparto el momento en que se hizo público el fallo: 

domingo, 20 de septiembre de 2020

La búsqueda de la felicidad

Mi participación en La Mesa de Filósofos (programa En Perspectiva, de Radiomundo), junto a los colegas Miguel Pastorino y Horacio Bernardo, con la conducción de Romina Andrioli, donde estuvimos dialogando sobre qué es la felicidad y su búsqueda en la sociedad contemporánea. 


https://youtu.be/rA5thyTp5zY   

viernes, 11 de septiembre de 2020

¿Hay grieta política y cultural en el Uruguay?

¿Construimos una grieta desde los años 60?, nuestra diferencia con Argentina, el papel del periodismo y las redes sociales, y la nueva agenda de derechos como pensamiento monolítico. Mi participación en la Tostadora junto a Hilda Surraco y Sebastián Ruiz.


https://youtu.be/h80O8ydoiN4



domingo, 30 de agosto de 2020

Pandemia, educación, desigualdad y Humanidades

Pandemia, educación, desigualdad y Humanidades


Ponencia realizada en el marco de jornada académica virtual con educadores y estudiantes de formación docente de Argentina y México.


Una de las tareas fundamentales que tenemos los profesores es trabajar desde el plano de la construcción intelectual, en nuestra aula pero también en el escenario público, como intelectuales del campo de la educación, participando en los debates que conciernen a nuestra sociedad. La importancia de trascender el aula. Y parte de ese trascender es trabajar en red con los colegas de nuestro contexto inmediato pero también con  estudiantes y colegas de otros países, como en esta ocasión que nos reúne, apostando por la internacionalización del conocimiento, reivindicando la importancia de la producción social del conocimiento, en donde la educación tiene un papel clave. 

Es vital la construcción de redes docentes regionales, buscando integrarnos desde la labor profesional, particularmente en el contexto de una región que sigue siendo la más desigual del mundo. Así, el apostar por políticas de cooperación e integración a nivel educativo es una manera de tejer entramados que consoliden una mirada del conocimiento como un bien público transfronterizo que tiene una responsabilidad clave respecto del combate a las desigualdades sociales existentes.

Justamente, la pandemia mundial que estamos atravesando ha dejado al desnudo, ha explicitado aún más, las brechas de desigualdad existentes. El binomio virtualidad/presencialidad en relación a los modos en que el campo educativo afronta este panorama, vuelve a posicionar fuertemente en el tapete el debate sobre las formas de reproducir desigualdades que se generan en el sistema educativo. Voy a ejemplificar esta situación desde la realidad uruguaya.

Uruguay tiene la particularidad que desde hace 15 años ha puesto en marcha el Plan Ceibal, que es un plan de conectividad en el plano educativo, con alcance en todo el país y con plataformas de trabajo a la cual acceden docentes y estudiantes de los diversos subsistemas educativos. Así, en el momento en que la pandemia del coronavirus nos obligó a suspender las clases presenciales, hubo un pasaje inmediato, espontáneo y sin mayores contratiempos al ámbito de la virtualidad, permitiendo en un principio la continuidad pedagógica. Pero, lo cierto es que nos encontramos con dos situaciones que nos fueron mostrando que la realidad, más allá de contar con esa ventaja de tener una estructura digital educativa montada y operativa, era más compleja, más complicada. 

Por un lado, nos dimos cuenta que en relación a la formación docente nos faltaba profundizar en cuanto a la cultura digital pedagógica, de modo de poder utilizar adecuadamente las plataformas presentes. Nos dimos cuenta, por ejemplo, de que no funciona el simplemente trasladar la lógica pedagógica que podemos tener en el espacio presencial del aula a los desafíos que en ese sentido nos presenta la virtualidad. Esto explicitó un problema mayor, el de la falta de políticas educativas adecuadas, de impacto real y de largo alcance, en relación al uso de las nuevas tecnologías por parte del cuerpo docente. No alcanza con cursillos aislados y de escaso tiempo de duración, al cual ni siquiera han accedido todos los docentes. 

Por otra parte, lo que mayormente nos interpeló fue la escasa conexión que finalmente tuvimos por parte de los estudiantes, más allá de un primer momento de alta participación. Con el envío constante de tareas, al intensificarse el trabajo escolar por vías digitales, comenzamos paulatina e inexorablemente a tener menos alumnos participando y surgieron problemas que tenían que ver, incluso, con la pertinente comprensión de consignas elementales por parte de algunos estudiantes. 

Este panorama nos dejó en claro que hay problemas que van más allá del acceder a la conectividad, que es el primer escollo a salvar y que en Uruguay no ha representado un problema central, aunque se hayan presentado aisladas situaciones adversas en tal sentido. No solo necesitamos tener una computadora o un celular y una conexión adecuada, sino que hay otros ítems fundamentales, como el de la organización del trabajo escolar en una casa, el tener un tiempo y un espacio, una mesa en donde los estudiantes puedan realizar sus tareas. El contar con una adecuada organización familiar es fundamental para trabajar en este plano de la virtualidad. Y lo cierto es que muchos de nuestros estudiantes, particularmente los del ciclo básico (en Uruguay, abarca a adolescentes ubicados generalmente entre los 12 y los 15 años) y, sobre todo, los ubicados en los quintiles socioeconómicos y culturales más bajos, presentan grandes dificultades en relación a una organización escolar adecuada fuera de las paredes de la institución escolar. En esas edades y en esos quintiles, la virtualidad claramente profundiza las dificultades del trabajo intelectual, algo que la presencialidad –por el constante control y apoyo in situ de docentes y equipos no docentes, de equipos multidisciplinarios, sumado a la motivación y el “contagio” positivo de trabajar junto a sus pares- parece subsanar. 

El déficit de capital cultural que ubicamos en muchos de nuestros alumnos de esa franja etaria y realidad social nos conduce también a aquello que señalábamos respecto de los problemas que se presentaron respecto de la comprensión de consignas elementales de trabajo que se postulaban en las propuestas por vías virtuales. 

Así, con el paso de las semanas, comenzamos a perder contacto con los estudiantes pertenecientes a los quintiles más bajos, perdiendo la continuidad pedagógica. Dividiendo desde el plano analítico en cinco quintiles ascendentes a nuestro alumnado, fueron los pertenecientes a los quintiles 1 y 2 los que prácticamente desaparecieron de la escena virtual, marcándose una notoria distancia entre los quintiles más altos y los más bajos. Y entre la educación privada –que prácticamente siguió trabajando normalmente en el ámbito virtual, con clases diarias por plataformas y un número muy alto de estudiantes conectados- y la educación pública. 

Esto ha exacerbado esa diferencia entre lo privado y lo público y, dentro de lo público, entre los quintiles más hundidos respecto de aquellos considerados más favorecidos, afectándose negativamente durante estos meses las brechas ya existentes. Justamente, visto el panorama, las autoridades de la educación plantearon la necesidad y solicitaron a las máximas jerarquías del gobierno la posibilidad -atendiendo a la debida coyuntura de emergencia sanitaria y teniendo en cuenta los necesarios protocolos- del regreso paulatino a la presencialidad, algo que efectivamente va a comenzar a darse en este mes de junio. 

Ciertamente, es una situación que nos interpela mucho, más allá de la coyuntura y del lento regreso a la presencialidad. En el marco de la llamada sociedad del conocimiento, son muchos los que están quedando al margen, los que están quedando excluidos. Y ese es nuestro principal desafío, más allá del coronavirus. No podemos pensar como se ha planteado, por ejemplo, en un formato de educación híbrida, alternando lo presencial y lo virtual, si no se atienden las condiciones previas que condicionan a nuestros alumnos y a nuestro sistema educativo. Podría resultar en un nuevo modo de profundizar las diferencias sociales, sacando particularmente provecho los alumnos de niveles más favorecidos (algo muy bueno para ellos, por supuesto. Siempre hay que apostar a alcanzar el mejor nivel posible del alumnado), pero afectando claramente a aquellos estudiantes de niveles previos más bajos, cuestión que, en estos meses de pandemia con migración pedagógica a la virtualidad, ha quedado demostrado que efectivamente sucede. 

Cómo acercar a aquellos que están quedando al margen de la sociedad del conocimiento -más allá de tener todas las herramientas tecnológicas con las que contamos y las posibilidades materiales de acceso a Internet y a  plataformas educativas- es nuestra principal preocupación, porque el problema de fondo sigue siendo cultural. Y remite, por lo tanto, a uno de los papeles claves que cumple el sistema educativo. Y remite, por cierto, al problema de exclusión que tenemos. 

¿Quiénes son, concretamente, los excluidos de nuestro sistema educativo? Las pistas ya fueron dadas al relatar el problema desencadenado con el binomio virtualidad/presencial en el marco de la pandemia. En Uruguay, la exclusión tiene un rostro masculino, urbano, y es un proceso que comienza a darse exponencialmente desde el ciclo básico de la educación secundaria, particularmente entre los 13 y los 17 años.  

Uruguay, a nivel de primaria y comparándonos con la región, ocupa los primeros lugares en cuanto a alumnado presente y alumnado egresado. Básicamente, todos nuestros niños cursan y egresan de la educación primaria. Pero tenemos un gran problema a partir de la educación media, donde comienza a darse un proceso de desescolarización, sobre todo en varones de la periferia urbana (a diferencia de las características habituales de América Latina en este rubro, donde las mujeres y de ámbitos rurales son las que mayormente desertan del sistema escolar), que termina por ubicarnos en los últimos lugares de la región en cuanto a alumnos egresados de la educación media. De los primeros lugares en primaria a los últimos en secundaria. Y esto es un problema muy grave. Manteniendo estos números, vamos a tener una generación de recambio muy comprometida en su formación educativa, contando con menos de la mitad de la población con estudios medios concluidos. 

¿Qué podemos hacer para cambiar este panorama? Hay una visión de la educación como el centro del cambio y lo cierto es que tenemos un rol importante por jugar, pero no somos omnipotentes y estamos siempre condicionados por diversas situaciones sociales, que nos exceden. En tal sentido, por ejemplo, es clave contar con el apoyo de políticas sociales, de políticas culturales, para que cuando nuestros alumnos ingresen al aula lo hagan estando fuertemente preparados para trabajar en relación a contenidos y que no sea el rol de los docentes el de oficiar como padres, psicólogos, asistentes sociales, etc. No es nuestra principal tarea la de parchar complejidades familiares y sociales que nos superan, más allá de que de un modo u otro suele formar parte de nuestra labor. En este sentido, necesitamos el apoyo de muchos otros actores, comenzando por contar con equipos que trabajen fuertemente en los territorios, con las familias. El primer lugar de construcción de lo educativo son los núcleos familiares. 

Luego, trabajar sobre nuestra formación como educadores es vital en relación a la posibilidad de aportar por un cambio deseable. Y aprovecho que,  justamente, la amplia mayoría de quienes están escuchándome son estudiantes de formación docente para detenerme en este punto. Hay dos ítems sobre los que quisiera discurrir en relación a la profesionalización de nuestra labor. Uno es el de la formación permanente. Debemos generar políticas para que los educadores una vez que egresen de sus institutos formativos tengan objetivos, motivaciones y canales  para continuar con su formación intelectual. En muchos casos, hasta por la gran cantidad de horas que algunos docentes tienen, para poder alcanzar un salario que les permita vivir sin penurias, no cuentan con disponibilidad de tiempos (ni de energía) para seguir formándose. 

Deben ponerse en práctica políticas que modifiquen este panorama, que habiliten las condiciones necesarias para que los educadores accedan, por ejemplo, a posgrados, contemplando incluso los apoyos económicos que se requieran. Esta cuestión es muy importante, pues los docentes debemos concebirnos y formarnos como profesionales actualizados en relación a nuestro campo de estudio y como intelectuales que participamos activamente en la esfera pública.

Esto se relaciona con la necesidad de contar con docentes formados sólidamente en el terreno de la investigación. En cuanto a este punto, en Uruguay tenemos otra característica peculiar: la formación docente está separada, desde casi mediados del siglo XX, de la Universidad, lo cual a lo largo del tiempo ha repercutido en la falta de líneas de investigación de nuestros educadores. En muchos casos, el egreso docente implica el comienzo del fin de la vida intelectual. Eso es inconcebible.  El educador es  un trabajador cultural capaz de transformar el mundo desde la escuela (más allá de sus limitaciones), para lo cual debe estar en formación permanente, afrontando los constantes desafíos que tenemos en este vertiginoso siglo XXI. 

Si la labor educativa requiere de profesionales posicionados como trabajadores culturales en procura de transformar la sociedad -en el sentido de aportar un grano de arena para mejorar las condiciones culturales y sociales de nuestros jóvenes, de generar sujetos reflexivos, autónomos, con bases culturales sólidas, capaces de tener mejores oportunidades, nuestra formación es un elemento decisivo. E implica una responsabilidad profesional, un imperativo ético ineludible. Formación sólida y en permanente construcción. Generar las mejores condiciones posibles al respecto, insisto, es parte de lo que desde el ámbito político debe brindarse.

Y esto en un mundo, como decíamos antes, esencialmente cambiante, con alumnos definidos por un clima de época marcado por las nuevas tecnologías y características (incluso en alguna medida asociada a ese uso de las TIC) de inmediatez, hiperactividad, falta de concentración, código lingüístico restringido (que también limita posibilidades laborales), lectura y escritura de corto alcance, búsqueda de información sin criterio adecuado (en mundo intoxicado por la información disponible), entre otros elementos que hacen más que necesario reciclarnos constantemente para afrontar tales desafíos. 

La mediación intelectual en el marco de la era digital es, más que nunca, prioritaria. Y, en ese sentido, es fundamental reivindicar el papel de las Humanidades y, en particular, de la Filosofía. El aporte que realiza en el campo argumentativo (un gran déficit que tenemos), en la reflexión ética (abriendo, entre otros puntos, el debate sobre los valores deseables de circular en una comunidad), en dotar de perspectivas de procesos de largo alcance (justamente en el marco de un mundo que pregona la inmediatez), en brindar la necesaria flexibilidad intelectual para desempeñarnos en cualquier campo profesional, en cualquier oficio o ámbito laboral, forma parte de algunas de las virtudes que nos aporta, todo lo cual redunda, por cierto, en el mejoramiento de nuestra calidad democrática. Las generaciones que estamos formando son las que nos van a sustituir y las que instalarán los futuros debates públicos. Es vital apostar a formar jóvenes con sólida capacidad en términos reflexivos, con autonomía intelectual, de modo tal que fortalezcan nuestras prácticas democráticas. La Humanidades son propedéuticas en tal proceso. 

En tiempos de pandemias más complicadas que las del coronavirus, la principal vacuna que necesitamos desarrollar es educativa, es filosófica, es fundamentalmente ética, antes que biológica. El desafío queda planteado.  La educación es un asunto que nos compete a todos. Los invito, pues, a asumirlo pensando y trabajando en conjunto.  


viernes, 21 de agosto de 2020

Los desafíos educativos de nuestro tiempo

Nuevamente invitado por La Tostadora, charlamos con la colega Hilda Surraco (Magíster en Educación, ex Inspectora General Docente del CES) sobre los desafíos educativos que tenemos por delante en lo inmediato (desigualdad y continuidad pedagógica, déficit de capital cultural, pérdida de capacidad lectoescritora, formación y endogamia docente, utilización pedagógica de las nuevas tecnologías, etc).


miércoles, 19 de agosto de 2020

Educación: la otra campana. 15 frases para debatir

Comparto la entrevista que me realizaron en el programa La otra campana (Radio Nacional, 1130 AM), donde charlamos sobre los principales problemas del sistema educativo uruguayo: https://www.facebook.com/pabloromerogarcia74/videos/686814782190105/

Y va como adelanto algunos puntos planteados y desde los cuales los invito a escuchar la charla y continuar el debate:

“Nuestra crisis más que económica es cultural. Nuestros problemas de base como sociedad son aspectos de marginalidad cultural”

“La masificación de la educación no fue acompañada de un proceso institucional acorde”

“En cuanto a las generaciones que nos van a sustituir, menos de la mitad tienen culminado el ciclo secundario. Las brechas de desigualdad social que se siguen marcando son fuertísimas”

“Hay que apuntar al trabajo cultural, en los territorios y con las familias. Es algo que no se ha terminado de comprender del todo. El primer espacio de enseñanza es la familia.”

“Esta situación tiene consecuencias a todo nivel. La calidad democrática va a ir bajando. Quedará en manos de unos pocos la capacidad de dar debates con calidad, de reflexionar con sutileza”

“No logramos plasmar políticas educativas de acuerdos mínimos y a largo plazo. Operan lógicas de trincheras y pulseadas permanentes. Tenemos un problema de tercermundismo mental”

“Uno de los errores de Mujica fue volver a colocar en el tapete una vieja discusión entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Tuvo una actitud bastante antiintelectualista, Defenestró y despreció a los universitarios, particularmente a los que provenimos del campo de las Humanidades, con lo cual colaboró en profundizar nuestros problemas culturales”

“Uno de los grandes aportes que la educación puede hacer al ser humano es descontextualizarlo. Cuando solo contextualizamos a los gurises, generamos ghettos. Abrir la grilla es clave”

“Educación, educación y educación, es engrosamiento cultural desde la base. Y para eso necesitamos rescatar el campo de las Humanidades. Trabajar con Filosofía para niños, Argumentación y programas fuertes en lectoescritura desde Primaria y Ética para adolescentes en el ciclo básico forma parte de mi propuesta”

“¿Cómo podés tener profesores que no lean libros? El sistema, sin apuesta a la formación permanente, con docentes trabajando muchas horas, te destruye culturalmente”

“Los espacios sindicales hacen demasiado hincapié en cuestiones corporativas y están en el debe desde la propuesta intelectual, desde el pensar no solo desde el no. Deben dar la disputa intelectual y no solo pararse en la vereda de enfrente desde el eslogan”

“Cuando la ex Ministra María Julia Muñoz se refirió a Juan Pedro Mir tratándolo como “maestrito”, expresó la perspectiva que desde las principales autoridades culturales se ha tenido sobre los educadores, colaborando en el desprestigio social de nuestra profesión”

“No hay posibilidades de mejorar el sistema educativo si no colocamos el acento en los docentes. Si no trabajamos en relación a ellos, no va a haber reforma posible.”

“El grado de inmadurez política nos ha llevado a estos años de estancamiento en el plano educativo, el cual se ha convertido, gobierno tras gobierno, en la tumba de los cracks”

“La historia le ha dado la razón a Vaz Ferreira respecto de que al separar secundaria de la Universidad se iba a terminar corriendo atrás de la lógica de la exigencias del mercado laboral y la cultura por la cultura se iría perdiendo y ya no formaríamos ciudadanos, sino en función de las necesidades laborales contingentes”

viernes, 31 de julio de 2020

La sociedad del cansancio

Comparto mi participación en La Mesa de Filósofos (En Perspectiva, de Radiomundo), junto a los colegas Miguel Pastorino y Magdalena Reyes, donde charlamos sobre nuestra "sociedad del cansancio", sus síntomas, efectos y propuestas para una alternativa "sociedad de la pausa".



jueves, 23 de julio de 2020

Heráclito, los sofistas e introducciones a la Filosofía


Comparto las columnas que hace unos años (2010) dediqué a Heráclito (“Heráclito, entre los modernos y los posmo”) y los sofistas (“Los sofistas: maestros del libre pensamiento”) en La segunda mañana de En Perspectiva (radio El Espectador), incluyendo al comienzo algunas recomendaciones bibliográficas para adentrarse en la Filosofía.


Pueden escucharse aquí:



Y también en mi página en facebook:

viernes, 26 de junio de 2020

“Educar, un asunto de todos” (o el síntoma del tapabocas)

Comparto mi nuevo artículo, publicado también en las agencias de noticias Uypress y Agesor.


“Educar, un asunto de todos” (o el síntoma del tapabocas)


En una sociedad en donde los debates públicos escasean, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, o están atravesados la mayor de las veces por dicotomías concebidas desde la lógica binaria del barrabrava futbolero, desde opuestos que abandonan todos los matices posibles y nos condenan a la imposibilidad del diálogo real y el acuerdo fundado en el consenso argumentado, la calidad democrática se ve notoriamente resentida. Y esta parece ser una de nuestras principales tragedias. Sin llegar al grado de la renombrada grieta que escuchamos desde hace años en la vecina orilla, lo cierto es que no venimos nada bien en relación a la construcción de una cultura del debate que pueda manejar el disenso desde lo razonable y reunidos bajo la mirada del bien común antes que del interés corporativo. 

El reciente episodio en torno al tapabocas propuesto por el sindicato docente de Fenapes con la leyenda “Educar, NO LUCrar” y la respuesta por parte del CES de prohibir su utilización en centros de estudios, es una muestra de cómo seguimos sin poder manejar tales cuestiones dentro de parámetros deseables en relación al bien general y a la necesidad de generar debates de calidad democrática y no meras guerrillas de trincheras. Y esto corre en particular para mis colegas del sindicato docente, que siguen sin entender que un elemento central para concebir las condiciones de respeto público a nuestras posturas (nuevamente, la opinión pública toma una parte por el todo y esgrime una notoria condena al proceder del conjunto docente) es comenzar por respetar las de los demás, comenzando por la de nuestros alumnos (que son bastante más importantes que la pulseada con el gobierno, ni pueden ser la excusa, en todo caso).

¿Es razonable ir a la cancha de Nacional con un tapabocas que diga “Fútbol, NO Naciomal” o ir a la cancha de Peñarol con la leyenda “Fútbol, NO Penadoy” o alguna otra ocurrencia por el estilo? Evidentemente, implica una provocación y lo que menos podría concitar es un debate en relación a quién juega mejor al fútbol. Si trasladamos esta lógica futbolera al ámbito del debate educativo, por supuesto que el impacto es mucho más grave. No podemos convertir a los liceos y escuelas en canchas de fútbol, donde los docentes actuemos como lo haría un hincha. Allí imperan otras lógicas, nada recomendables en relación al ámbito educativo. 

¿O acaso puede un alumno sentirse habilitado para pensar en relación a la LUC, o para debatir sobre el asunto si tuviese una posición en principio favorable a dicha ley, si a su frente tienen a su referente adulto y académico con un tapabocas que marca una posición tajante, inamovible como la fe del hincha que esgrime con desmedido orgullo una bandera en la tribuna del Estadio? Ciertamente, implica un grado de violencia simbólica (si estoy a favor de la LUC, por ejemplo, queda “claro” que estoy para el “lucro” y en “contra” de la educación pública, convirtiéndome en un “enemigo” del otro “bando”) y una invitación a no debatir que nos coloca en uno de los peores lugares en que podemos ubicarnos desde nuestro rol de educadores. 

Educar es abrir las posibilidades del diálogo, habilitar constructivamente el disenso, mostrar en todo lo posible las diversas aristas que presenta un tema que supone un debate de ideas (no es lo mismo enseñar una fórmula química aceptada por toda la comunidad científica que abordar un asunto que es polémico, que divide aguas, que implica necesariamente visiones contrapuestas) y generar la capacidad de reflexión y autonomía en el otro, en ese alumno que se está construyendo como sujeto pensante, como sujeto que valora. Este es el acto político central que honra a nuestra profesión. 

Y no es neutralidad, sino que, por el contrario, implica tomar parte decididamente por valores fundamentales de la vida política. La política entendida en su sentido más amplio, aquella que inevitablemente atraviesa todo acto educativo, es aquella que está determinada principalmente por valores republicanos (la “res pública”, ubicada una escalón arriba del bien sectorial), por principios éticos que están en relación con el bien común, el cual no puede tener otra base que el de pregonar la mirada más allá del ombligo de uno, con anclaje en la virtud dialogante, en la verdad como consenso. 

 Y si entendemos, como docentes, como profesionales de la educación, como sujetos que valoran en relación a ese bien general, que la LUC es un mal camino a recorrer en relación al bien público en general y para la educación pública en particular, atentando contra aquellos valores que justamente entendemos que son deseables darnos como sociedad, la estrategia a tomar jamás puede ser la del panfleto ocurrente y el intento de adoctrinamiento mediante eslóganes aforísticos (que “resuelven” lo complejo en una frase de barricada) que circulen en centros educativos, desde el posicionarnos como portadores de una verdad incuestionable que no necesita dialogar con nadie, sino imponerse. No podemos comportarnos como evangelizadores (respetables en su actividad, pero que claramente cumplen otro rol y en otros ámbitos). Un docente no puede operar como si fuese un Testigo de Jehová. 

Hacer marketing de un pensamiento de antemano sesgado a partir de la publicidad ideologizante (y no dialogante) colocada en un tapaboca por parte de profesores en un centro de estudio, decididamente  no es el camino a recorrer. Como no lo es cuando en el marco del debate educativo que debemos darnos simplemente apelamos al adjetivo negativo respecto del que piensa distinto, eludiendo argumentar, recurriendo al Ad hominem como recurso para invalidar la  postura que no compartimos. No somos los dueños per se de la verdad, ni podemos apropiarnos de condiciones éticas a priori que nos colocan siempre del lado del “bien”. Tales virtudes se consolidan desde la valoración intersubjetiva que finalmente entra en juego. La verdad y los valores deseables son cuestiones siempre en construcción y nadie puede ser tan iluso (o malintencionado) como para creer que alcanza con autodesignárselos y que luego sea simplemente una cuestión de  dedicarse a esparcir tales condiciones a los cuatro vientos…y mediante una frase ingeniosa en un tapabocas. La verdad se constituye argumentando, la ética se consolida a partir de nuestros actos y desde la mirada del otro. 

El asunto tampoco debería encallarse en la discusión respecto de los límites de la laicidad, que algunos querrán mover un centímetro más para acá o más para allá de la línea que crean conveniente trazar, sino que estamos ante un debate sobre la libertad. Si algo no podemos violentar los docentes es la libertad del otro. Y mucho menos esgrimiendo que lo hacemos en nombre de la libertad. ¿En tanto tengo la libertad de expresarme puedo dar contra el piso la libertad ajena? El riesgo de autoritarismo que implica esta perspectiva de la libertad sin empatía por el otro y sin límite alguno, es un asunto central de nuestra época. Los que se rasgan las vestiduras en nombre de la libertad, resultan ser, en algunas ocasiones, los primeros en arrasarla. 

En sociedades cada vez más diversas, cada vez más plurales, el cómo tramitamos los diferentes puntos de vista es lo que determina nuestro nivel de cuidado y respeto a la libertad, particularmente en cuanto de las limitaciones que debe tener, o sea, respecto de no terminar avasallando libertades ajenas en nombre de las propias. La línea es muy fina y requiere los mayores esfuerzos de todos. Debemos poder debatir desde posiciones en principio encontradas, debemos poder tener un sindicato fuerte en propuestas y abierto al diálogo, debemos tener un gobierno  dispuesto a escuchar y que incorpore a los docentes en sus espacios de toma de decisiones. El dialogo entre sordos, de colmo con gestos de soberbia y autosuficiencia, ya hemos comprobado que no es el camino. 

¿Cuántas veces seguiremos tropezando con la misma piedra? ¿Cuán torpes podemos seguir siendo? ¿Importa más el Frente Amplio, los partidos de la coalición multicolor o los sindicatos docentes, que mejorar nuestra situación educativa y que la construcción de una sociedad no dividida desde la arenga corporativa y partidaria, que logra zanjar sus diferencias en favor del bien general? ¿Cuántas veces seguiremos discutiendo por los medios de comunicación, sin sentarnos a dialogar en torno a una mesa, con intenciones de construir más allá de las diferencias? 

Si esto no es posible, entonces la política habrá fracasado nuevamente. Y todos somos responsables de darle muerte. Y resulta que nos preguntamos luego por qué la ciudadanía cada vez desconfía más de los políticos y de la política como camino para mejorar nuestra sociedad. El riesgo de esa decepción termina siempre siendo el comienzo de una sociedad poco democrática. La política del grito y la grieta, se termina aquietando con pérdida de libertades. Nada hemos aprendido si no entendemos que nos guste o no debemos dialogar y saber ceder cuando es necesario hacerlo en nombre de un valor consensuado como superior. Quizás, en este sentido, un tapabocas más interesante de hacer circular sea aquel que contenga la leyenda “Educar, un asunto de todos”. 

Como sea, al final de cuentas, que el debate educativo se aloje en una lucha por leyendas escritas en un tapabocas no hace más que dejar en claro un síntoma que debería avergonzarnos. O llamarnos a darle la debida altura al asunto.

martes, 23 de junio de 2020

Los efectos del analfabetismo funcional

Comparto charla con Daniel Figares en la X FM
"El profesor de Filosofía y docente de Ética en Universidad CLAEH, Pablo Romero, habló en Rompkbzas de los problemas de la educación en Uruguay y afirmó que «hay un registro lingüístico muy restringido», lo que no solo «acota las posibilidades de rendimiento escolar» sino que también dificulta el desarrollo en el plano laboral y afecta la calidad de los debates.
En esa línea, Romero afirmó que «ya tenemos problemas en una generación intermedia» con el nivel para debatir los temas que la sociedad requiere, lo que puede tener un efecto «en la calidad democrática de nuestra sociedad a futuro»."

domingo, 21 de junio de 2020

Educación, educación y más educación

Dialogando con Daniel Castro en Agenda Abierta (Radio Carve) donde abordé temas de la coyuntura educativa.
¿Qué ha sucedido en el pasaje de lo presencial a lo virtual? ¿Cómo se está organizando la continuidad pedagógica en este regreso al aula física? ¿Qué papel jugamos los docentes ubicados en la primera línea de trabajo? ¿Qué lugar podemos ocupar desde espacios por fuera de las pulseadas entre sindicatos y gobierno? ¿Desde el proyecto planteado, pueden existir coincidencias con Eduy21?

jueves, 18 de junio de 2020

Pensar, valorar y educar en nuestro tiempo


Comparto la entrevista que, a lo largo de tres bloques, me realizó el periodista Alejandro Acle para el programa Dosmil30 (Radio Mundo, 1170 AM), donde conversamos sobre nuestra sociedad del conocimiento, la ética, las redes sociales y la educación.

¿Existe un renacer de la Filosofía, en tiempos del pensamiento "light" y la cultura de la inmediatez? ¿Qué papel juegan los intelectuales en nuestra sociedad del conocimiento? ¿Cómo establecer un consenso moral mínimo? ¿Cuál es la línea entre la libertad de expresión, lo políticamente correcto y la censura? ¿Para qué educar? ¿Cómo reducir la brecha educativa? ¿Qué podemos esperar de las nuevas autoridades educativas?

¿Debe el humor tener límites?


A partir de un hecho polémico discutimos sobre el humor, la responsabilidad de los comunicadores, la corrección política y la libertad.
Comparto la emisión del primer programa de La Tostadora, una idea del colega Sebastián Ruiz, donde en torno a una mesa y mediante un canal en Youtube, se abordan temas culturales, educativos, sociales, económicos, en relación con la actualidad.
En este primer programa charlamos con Sebastián Ruiz y Martín Soterio sobre el "affaire Cotelo", reflexionando sobre los límites del humor, la libertad de expresión y lo políticamente correcto.



martes, 9 de junio de 2020

La escuela en la construcción social del conocimiento y transformación del mundo

Comparto mi participación en la presentación del libro "La escuela en el discurso crítico de la sospecha", del colega Joni Ocaño, donde planteo la importancia de la labor intelectual del cuerpo docente, del publicar en el terreno de la filosofía de la educación, apuntando a la socialización del conocimiento, entendido este como un bien público que está en relación directa con la construcción de una sociedad más justa. Filosofar en tiempos de pandemia es una tarea necesaria, una oportunidad para pensarnos. Bienvenida, pues, la segunda edición de un libro imprescindible a la hora de pensar sobre -y desde- la educación.


Se puede escuchar también ingresando en:

https://www.facebook.com/pabloromerogarcia74/videos/271470860603427

viernes, 5 de junio de 2020

La educación en el centro del debate



La educación en el centro del debate

Comparto entrevista que me realizó el periodista César Bianchi en 970 noticias (Radio Universal), donde charlamos sobre los principales temas de la agenda educativa: virtualidad y presencialidad, brechas de desigualdad y perfil de los excluidos, reforma de la malla curricular, modificaciones de la gobernanza, déficit cultural e importancia de la impronta humanística, investigación y formación docente de carácter universitario, propuesta del proyecto “Educación y capital cultural”. 

lunes, 1 de junio de 2020

¿Se han convertido las redes en territorios de impunidad?

¿Se han convertido las redes en territorios de impunidad?

¿Han devenido las redes en un quinto poder, desde donde muchas veces se fomentan las grietas, el vivenciar la política con la misma lógica del hincha de fútbol, y el "juzgamiento moral" devenido en "linchamiento digital"?
Comparto algunos de los pasajes de mi participación en Santo y seña (canal 4), reflexionando sobre el uso poco "santo" de las redes sociales.

Se puede ver en el siguiente link: 

viernes, 22 de mayo de 2020

El retorno a las clases presenciales

El retorno a las clases presenciales

Comparto mi participación en Esta boca es mía (canal 12), debatiendo sobre un tema clave: la educación en tiempos de pandemia y el regreso a la presencialidad.

lunes, 11 de mayo de 2020

Incluir a los excluidos: la dimensión ética de las políticas educativas


Comparto mi nuevo artículo, publicado también en Agesor, Uypress y Cooltivarte.

Incluir a los excluidos: la dimensión ética de las políticas educativas

 La educación resulta clave a la hora de tener sociedades más justas, en tanto cumple un papel central a la hora de recortar las brechas de desigualdades existentes. La inclusión es necesaria tanto en términos cuantitativos (cantidad de alumnos en el sistema educativo) como cualitativos (calidad de la educación que se recibe) si lo que pretendemos es alcanzar una real igualdad de oportunidades para todos, de modo que la movilidad social no sea una realidad inalcanzable para los individuos habitualmente rezagados y/o excluidos.  
La importancia de un proyecto político en materia educativa radica en el grado de compromiso -y efectiva acción- que tenga respecto de alcanzar tales metas de  justicia social.  En tal sentido, la educación y la política deben concebirse como un relato ético, coincidente luego en la vía de los hechos. O sea, reflexionar sobre qué es lo correcto, sobre qué es lo justo, debe aparecer luego en el discurso ya ordenado de las políticas educativas y aterrizar finalmente en su efectiva puesta en práctica. Discutir, debatir, colocar en palabras, generar un discurso, armar un proyecto, impulsar y ejecutar una política educativa acorde.
Las tareas y los desafíos son múltiples. Para avanzar en estas cuestiones, resulta pertinente colocar en escena algunas de las características que tienen los excluidos del sistema educativo en nuestro país y comenzar a ensayar algunas hipótesis que nos permitan ir desentrañando cuestiones a abordar, tanto desde el debate público como desde la construcción de políticas educativas.
¿Cuál es el perfil del excluido del sistema educativo?
En el marco de una América Latina signada por la disparidad de situaciones en cuanto a la inclusión educativa, tenemos que Uruguay presenta un perfil de exclusión que en algunos puntos va a contrapelo de la región y, en otros, no solo acompaña sino que lidera la tendencia. Así, por ejemplo, la región se caracteriza por el hecho de que los alumnos de núcleos urbanos repiten menos que aquellos que residen en zonas rurales. Y en Uruguay sucede exactamente lo contrario, pues es en las zonas urbanas donde tenemos las tasas de repeticiones más altas (o sea, de rezago vinculado finalmente con la salida del sistema educativo), siendo notoriamente superiores a las que se registran en el ámbito rural.
Por otra parte, compartimos una realidad que es propia de toda la región: es a nivel de secundaria donde se da el mayor nivel de deserción del sistema educativo y es el bienestar socioeconómico que poseen las familias un elemento determinante para comprender los factores que inciden en la desescolarización.  El origen socioeconómico del alumno condiciona fuertemente sus posibilidades de finalizar estudios medios.
Y en este punto de la deserción a nivel de secundaria lideramos la región, teniendo a Chile en el otro extremo de la tabla.
“(…) la tasa de deserción o abandono escolar en secundaria es ciertamente alarmante. Si bien se ha reducido en torno a un 18% desde 1995 todavía afecta a 4 de cada 10 jóvenes. La situación más favorable la ostenta Chile, seguido con distancia por Perú y Ecuador. No obstante, en este último país la reducción de esta problemática transcurridos 19 años ha sido muy limitada (-2,3%). El mayor esfuerzo, en este sentido, puede apreciarse en Paraguay, Colombia y Venezuela con reducciones del orden de 30 puntos porcentuales. Los casos más extremos se dan en Uruguay seguido de Costa Rica donde el 66,7% y el 58,1% de los alumnos no consiguen completar el nivel secundario. Además, en el caso uruguayo no sólo no se ha reducido la deserción escolar, sino que ha aumentado desde 1995.” (Lorente Rodríguez, 2019. Problemas y limitaciones de la educación en América Latina. Un estudio comparado. Foro de Educación, 17(27), 229-251. p.238)

Uruguay pasa de ser uno de los países con mayor universalización y tasa de egreso en primaria a estar en el fondo de la tabla a nivel de la culminación de secundaria.

“Es así que, aún con altas tasas de graduación en el nivel primario, se observan sistemas educativos que presentan muy diferente capacidad de integración de todos sus sectores sociales a la hora de acceder y finalizar el próximo nivel educativo, es decir, la secundaria. Por ejemplo, mientras en Uruguay y Paraguay se observan bajos niveles de finalización en el nivel medio, países como Cuba, Argentina, Chile y Perú logran tasas de graduación de la educación media relativamente altas.” (OEI, 2010. Metas educativas 2021: Desafíos y oportunidades, p.29)

En Uruguay, ese adolescente que abandona el sistema escolar a nivel de secundaria generalmente tiene, además, un historial de repeticiones, otro rasgo que caracteriza al excluido de nuestro sistema educativo. Un hecho asociado muchas veces al desinterés, que es otro factor que caracteriza al que queda por fuera tanto en Uruguay como en la región.
El desinterés y la desmotivación son situaciones relacionadas claramente con el abandono escolar, todo lo cual (desinterés, desmotivación y abandono) va incrementando a medida que aumenta la edad del alumno. En América Latina, a los 13 años comienza a darse habitualmente la desescolarización, creciendo sostenidamente en los siguientes años de la adolescencia, registrando Uruguay un pico de abandono en el rango que va de los 15 a los 18 años.
Volviendo a otro rasgo donde Uruguay no condice con la región, tenemos que mientras que en América Latina el excluido suele tener un rostro rural y femenino, en nuestro país no solo tiene un rostro urbano sino que la situación es levemente más favorable para las mujeres. Son los hombres los que mayormente abandonan nuestro sistema educativo.
Por otra parte, una característica positiva de Uruguay respecto de la realidad de la región es que tenemos prácticamente erradicado el analfabetismo, siendo con Argentina y Chile los países con las tasas más bajas en ese terreno. Lo mismo respecto del acceso a la educación a nivel de primaria que tienen las diferentes etnias, en tanto presentamos números de marcada universalización, liderando Uruguay el ranking en cuanto a la conclusión de estudios primarios con independencia del origen étnico. Aunque este asunto ya cambia a nivel de secundaria, donde el alumnado afrodescendiente culmina en un 15% menos y presenta un marcado problema de retención de su población dentro del sistema secundario.
Resumiendo, podemos señalar que el perfil general del excluido en nuestro sistema educativo tiende a ser el del adolescente que cursa secundaria, proveniente de sectores socioeconómicos bajos, que vive en sectores urbanos y que ha repetido uno o más cursos. Es mayoritariamente hombre, afrodescendiente, y a medida que va creciendo presenta una marcada desmotivación por permanecer en el sistema escolar (asunto que se relaciona, por otra parte, con la necesidad económica de incorporarse como mano de obra al mercado laboral).

¿Cómo incluir a los excluidos?

Los informes internacionales dan cuenta de una situación endémica del sistema educativo regional respecto del incluir debidamente, una imposibilidad de resolver positivamente las desigualdades que se tienen desde el punto de partida, en tanto el origen social del alumno sigue siendo determinante en relación a sus posibilidades. Los excluidos se explican en buena medida por sus condiciones sociales, económicas y culturales iniciales.
¿Qué elementos podríamos señalar como claves a la hora de intentar dar una respuesta sobre el por qué no logramos abarcar a los excluidos?
La respuesta resulta compleja (e inabarcable para la pretensión y posibilidad de este formato de artículo), pero intentaré aventurar algunas hipótesis -a sabiendas de lo mucho que queda en el debe (y que espero ir cubriendo en próximos textos)-, concentrándome en una cuestión que a priori parece meramente económica, pero que tiene un profundo vínculo con aspectos pedagógicos y de política educativa en su más amplia acepción.
Me refiero pues, a la asignación de recursos a nivel educativo (y sus inevitables ramificaciones), la cual entiendo que no es la adecuada, atentando contra la igualdad de oportunidades para todos. No lo es a nivel del presupuesto general que se le asigna a la educación (todavía escaso, insuficiente en cuanto a las necesidades, particularmente en relación al fortalecimiento de planes y equipos que trabajen en los territorios donde se encuentran los excluidos del sistema), ni lo es a la interna del sistema educativo, o sea, en el modo en que luego de distribuye el dinero destinado, en tanto se pone en marcha un proceso que no termina favoreciendo a la población más vulnerable. Por ejemplo, no suele tenerse en cuenta adecuadamente el destino de los dineros en relación a la implementación de planes educativos acordes a los contextos a aplicarse.
Esto se da en parte por la centralidad de nuestro sistema a la hora de asignar recursos a los diferentes centros educativos, en parte directamente por la falta de un análisis pertinente, con su correspondiente racionalización en cuanto a vulnerabilidades socioeconómicas y culturales reconocidas.
Qué planes se aplican y dónde, qué políticas, de apoyo podemos tener, qué modalidades diferenciadas podemos implementar en los centros educativos asociados a contextos más vulnerables, resultan preguntas claves a la hora de pensar este problema.
Desde mi experiencia docente, puedo señalar, por ejemplo, la importancia de trabajar en el ámbito de la educación media con planes como el 94 y 2013 en formatos semestralizados, que han demostrado un alto impacto en la retención del alumno dentro del sistema educativo y en el éxito académico (con estudiantes que usualmente fracasan en otros planes y terminan desertando, quedando excluidos).
Cuando estos planes son acompañados con equipos que trabajan en contacto permanente con las familias de los alumnos, desarrollando un trabajo territorial complementario, el panorama mejora aún más. Sin embargo, estos planes siguen siendo marginales dentro del sistema educativo y no están presentes en muchas de las instituciones donde no habría duda que tuviesen que estar.
Se suele señalar, por los propios equipos directivos que son conscientes de esta situación, que hay problemas de asignación de recursos cuando se suelen solicitar la implementación de estos planes (amén de otras resistencias, que, curiosamente, pasan por ciertos actores docentes). La creación de cargos y asignación de horas docentes (directa e indirecta) en relación a estos planes, que muchas veces se inician conviviendo con otros planes ya existentes en la institución, supone una barrera presupuestal.
Otros ejemplos, que habitualmente vivenciamos quienes trabajamos desde hace años en el sistema educativo, pasan por el tener grupos superpoblados en contextos que requieren una mayor atención personalizada del alumno, falta de personal de docencia indirecta y/o equipos multidisciplinarios absolutamente insuficientes en su carga horaria como para cubrir las necesidades, equipos docentes integrados por estudiantes en formación que realizan sus primeras experiencias, a la par que tenemos instituciones conformadas por grupos más pequeños de alumnos, docentes con mayor experiencia y un número adecuado de adscriptos, entre otros puntos, en contextos que ya de por sí tienen condiciones previas más favorables, por la integración socioeconómica y cultural del alumnado que recibe.
Es necesario generar y apoyar propuestas ya existentes a nivel curricular que atiendan debidamente a la diversidad que puebla nuestras instituciones educativas. Y lo cierto es que no parece haber una política educativa en este terreno que racionalice debidamente la asignación de recursos en relación a los sectores más expuestos del sistema educativo. Se focalizan inadecuadamente los esfuerzos económicos (que redundan en planes y condiciones materiales necesarias) y esto colabora notablemente en la ineficacia del sistema a la hora de combatir la desigualdad.
Ambos criterios (económicos y pedagógicos) deben confluir en relación al tema de la exclusión. Entiendo que esta es una materia pendiente de nuestro sistema educativo, que en parte explica el por qué no abarcamos debidamente a los sujetos todavía –persistentemente- excluidos.
En un mundo complejo y diverso, respetar la diversidad parece tan necesario como el construir pilares de valores universalistas. Forjar ese difícil equilibrio sigue siendo uno de los desafíos que mayormente nos interpela como sociedad y que la educación recoge para sí. Es clave construir un sistema educativo inclusivo, que partiendo de la diversidad de programas, metodologías de enseñanza y procesos institucionales que pueda presentar, logre instalar una política educativa arraigada en valores universales como la equidad y la igualdad de oportunidades.
La dimensión ética que sostiene y justifica a toda política educativa nos indica claramente el camino a recorrer, particularmente en sociedades todavía tan desiguales como las nuestras, donde apenas cuatro de cada diez jóvenes culminan secundaria, número bastante más bajo en los sectores socioeconómicos desfavorecidos. Es tiempo de responsabilizarnos por nuestro futuro, es hora de remangarse y realmente sacar del barro a los más hundidos, tendiéndoles una soga educativa.