Aristóteles y la ética borrosa del FA
En su Ética a Nicómaco, Aristóteles nos lega un principio fundamental
cuando señala que “Aun cuando el bien del individuo y el de la polis sean
idénticos, es claro que ha de ser mayor y más perfecto alcanzar y preservar el
de la polis, porque si es apetecible procurarlo para uno solo, es más hermoso y
divino para las ciudades”, agregando que este principio, como el de todo su
programa ético, debe completarse, debe realizarse, en la política.
Si la ética debe reflexionar sobre el accionar individual, el arte de la
política implica cuidar del bien colectivo, de procurar los valores deseables
para una comunidad. Por supuesto, una cosa lleva a la otra y he ahí su
entrelazamiento, su complementariedad. Los individuos nos construimos como
tales en la sociedad. Y la sociedad es tanto nuestro espejo como nosotros lo
somos para ella. Así, por ejemplo, en una comunidad donde no existe un orden
político justo, difícilmente podamos encontrar ciudadanos que aprecien la
justicia social. Y viceversa. Y si no tenemos gobernantes íntegros,
difícilmente podemos pretender vivir en una sociedad íntegra. O al menos, el
mensaje será lo suficientemente difuso como para pretender tal integridad.
Los notorios últimos episodios que involucran al FA vuelven a poner en
escena el viejo dilema de los fines éticos de la política, particularmente los
relacionados con el accionar de las estructuras partidarias cuando ejercen el
gobierno de la polis, o sea, cuando deben obrar en función del bien común y ya
no por el del interés particular de su colectividad política y mucho menos por
el de un integrante de la misma. En tal sentido, el caso Sendic, que implica
una mentira a la ciudadanía sostenida en el tiempo por parte de nuestro
Vicepresidente respecto de su formación académica, resulta paradigmático. Y la
declaración de apoyo que resolvió dicha fuerza política es, por lo menos, una
muestra latente de una encrucijada moral que el partido gobernante está
atravesando y resolviendo de la peor forma posible.
Cuando el Plenario del FA emite el comunicado público de respaldo incondicional
al vicepresidente de la República, excusándolo de un accionar reñido con lo éticamente
deseable (la mentira no parece ser un valor que deba justificarse bajo ningún
motivo, máxime cuando alcanza a figuras referentes de nuestra República y tiene
un impacto público y de “enseñanza ciudadana” innegable), invierte -con
agravantes, por supuesto- aquel principio fundamental aristotélico que
subrayábamos al comienzo y genera un vínculo de espejos entre los individuos y
los gobernantes que instala conclusiones ciertamente nocivas: la política se
convierte en el arte de proteger al nuestro a toda costa, más allá de su
accionar éticamente indeseable, la mentira es excusable y la culpa de los
errores propios la tiene siempre el otro.
La falta de autocrítica y la victimización en favor de un interés
particular que va en desmedro del interés colectivo cobran escena en la vida
comunitaria y expresan valores donde los individuos nos vemos reflejados. El
juego de espejos se torna un problema, tanto individual como colectivo.
El tema se complejiza aún más cuando el propio Presidente Vázquez declara
públicamente su respaldo a Sendic y deja deslizar un breve pero claro ataque a
la cobertura realizada por los medios, cayendo en la misma estrategia de la
colectividad política que lo llevó al poder, o sea, culpar a los medios de
comunicación y excusar a quién en los hechos actuó de manera incorrecta: su
compañero vicepresidente. El Plenario del FA fue bastante más allá, cuando en
su comunicado señala que: “Rechazamos la campaña desplegada por la oposición y
diferentes medios de comunicación, destinada a menoscabar la imagen y
credibilidad de integrantes de nuestro gobierno como así también debilitar la
institucionalidad democrática del país. Expresamos la solidaridad al compañero
Raúl Sendic ante el injusto y agraviante acecho y convocamos a la militancia a
expresarse activamente en el respaldo a nuestro gobierno y al Frente Amplio
mediante la movilización permanente.”
Aquél que miente es respaldado, quien denuncia la mentira es
defenestrado. ¿Qué moralejas pueden sacar nuestros ciudadanos de esta forma de
actuar en materia política?
La pregunta que se instala en lo inmediato refiere a saber si el FA
seguirá echándole la culpa de todos sus errores a la prensa y la oposición, si
las faltas éticas son siempre inventos ajenos, conspiraciones de terceros que
siempre tienen malas intenciones, y si la moral es tan maleable como el lado
del mostrador en que uno se encuentre. El poder decididamente parece influir en
los principios éticos que mueven a una fuerza política. Se tiene unos
principios y luego se pueden tener otros, según el interés particular en juego.
Si resulta moralmente cuestionable la apelación al argumento de las
"conspiraciones" como forma de eludir la asunción de actos
indeseables, lo es aún más el de azuzar fantasmas de inestabilidad democrática
en el afán de intentar salvar el pellejo político de uno de sus integrantes que
ha cometido una falta.
El FA debería retomar aquel principio aristotélico que en algún momento
de su historia -y de su práctica política- parece haber pregonado y puesto en
acción. Hoy, el espejo nos devuelve otra imagen. Una imagen éticamente borrosa.
1 comentario:
Te felicito ,Pablo!!
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