jueves, 8 de febrero de 2018

El género de la violencia

Estimados comparto artículo publicado este jueves 8 en el Semanario Voces, en su pág. 10.



El género de la violencia

La denominada violencia de género se plantea desde un lugar específico: son las mujeres las víctimas y los hombres los victimarios. O sea, el género de la violencia es el masculino. Desde ese a priori, que estamos naturalizando e incorporando hasta en nuestro código penal, asistimos a la conformación de una política de presunción de culpabilidad de acuerdo al género: si es hombre, es culpable. Y si es absuelto, o se encuentra culpable a la mujer involucrada, es porque los mecanismos del patriarcado operaron a favor de uno de los suyos. En tal sentido, es paradigmático el caso de la chica argentina Nahir Galarza, respecto del cual invito a interiorizarse, particularmente en lo que refiere a la estrategia desarrollada por los abogados de la joven, que pretenden hacer pasar el homicidio de su novio por una situación de legítima defensa, en virtud de un supuesto padecimiento de violencia de género.  
Si los hombres pasamos a ser culpables hasta que se demuestre lo contrario, el género pasa a ser determinante en materia penal, hasta el punto de eliminar el derecho a la presunción de inocencia, dinamitándose la base  de todo sistema  jurídico moderno. 
Por cierto, sobra decir que las estadísticas son claras: las principales víctimas de homicidios y violencia en manos de hombres son otros hombres. En todo caso, son los hombres los principales  victimarios y las principales  víctimas. Si esto es llevado exclusivamente a la relación entre  géneros y más en concreto a los vínculos sentimentales entre hombres y mujeres  que concluyen con muerte o implican episodios esporádicos o sostenidos en el tiempo de violencia física, verbal y/o psicológica, es tan claro como lamentable que las principales víctimas son las mujeres. El problema es las deducciones que sacamos sobre este último punto: no todos los musulmanes son  terroristas  aunque los del ISIS lo sean (de hecho, la amplia mayoría del mundo musulmán no apoya el radicalismo islámico) del mismo modo que es erróneo y absurdamente simplificador la universalización que se realiza al hablar del género masculino como golpeador y asesino, aunque en los hechos un mínimo porcentaje de hombres lo sea. Aunque esta señalización parece de sentido común, lo cierto es que a una preocupante mayoría le basta ver un turbante para ver un terrorista tanto como desde algunos discursos se juega a favor de instalar la visión de que un hombre debe ser visto como un violento producto del patriarcado y un potencial asesino de su pareja o ex pareja o un sospechoso per se de ejercer algún modo de violencia  de género. 
Pero, lo más preocupante de esta cuestión quizás sea la conformación del impacto simbólico que establece: la guerra de género, fundada en el odio al macho patriarcal y violento. El ala radicalista dentro del feminismo, tan minoritario en su propia corriente como el radicalismo musulmán entre los musulmanes, pero tan efectivos ambos en el impacto público, ha logrado establecer una guerra basada en el odio al género masculino. La nueva escalada de ese género de la violencia lo representa la instalación del hombre como un depredador sexual, como un acosador o violador por naturaleza. Al respecto, algunas voces femeninas han comenzado a alzar su voz, como hemos visto hace pocas semanas en un manifiesto firmado por cien artistas e intelectuales francesas relacionado con la proliferación de denuncias de acoso sexual. Incluso, una de las firmantes del manifiesto, la escritora Abnousse Shalmani, poco tiempo antes había escrito una columna en el semanario Marianne, donde describía al feminismo como un nuevo totalitarismo, señalando que  “se ha convertido en un estalinismo con todo su arsenal: acusación, ostracismo, condena”.
En la instalación de este discurso, opera lo que ya hace unos años con claridad detallaba el escritor español Javier Marías en un artículo titulado Las cegueras voluntarias y que aparece recogido en su libro Tiempos ridículos: “Quienes más me preocupan son las mujeres (y algún hombre también) que, en cualquier asunto relacionado con una o varias de ellas, parten de las siguientes convicciones inamovibles: a) las mujeres son siempre buenas y desinteresadas. b) nunca mienten cuando acusan, siempre dicen la verdad. c) en todo litigio con ellas, son siempre las víctimas. d) llevan siempre la razón. e) la justicia ha de dársela y si no lo hace será corrupta. Todo lo cual conduce a que, si un varón es acusado de abuso, acoso, agresión sexual o violación, numerosas congéneres de la acusadora consideren culpable en el acto al presunto acosador o violador y no admitan otro desenlace judicial que su condena. Es más, si se demuestra su inocencia, es muy probable que dichas congéneres sigan creyendo en su culpabilidad, en una especie de acto de fe, y atribuyan su absolución a la sociedad machista en que vivimos, a que el juez fuera hombre, a una triquiñuela  legal o a lo que se les  ocurra”.
Asistimos, desde una pasmosa corrección política, a un nuevo género del discurso: el de la violencia de género, que parece estar fortaleciendo lo que en principio uno entiende que se pretende evitar, al convertirse, en manos de un radicalismo en aumento, en una herramienta de violencia simbólica contra los hombres. 
E incluso la idiotez –no cabe otro término- de la corrección política ha llegado a tal punto que por estos días un realizador francés ha decidido cambiar la escena final de la ópera Carmen, de Bizet, porque “no se puede aplaudir la muerte de una mujer”.  Si se fuese  justo en el grado de idiotez, se debería hacer lo mismo con cada obra artística donde su trama incluya la muerte de un hombre en manos de oro hombre o de una mujer. Como en 1984, la obra maestra de Orwell, se viene estableciendo una Policía del Pensamiento, aquella que en la trama orwelliana es la encargada de reescribir la historia, adaptándola a lo que resulta conveniente que se considere desde la perspectiva oficial y correcta respecto de los hechos, sea lo que sea que esto implique.  En nuestro caso, la discursividad de la violencia de género nos está legando un nuevo género de la violencia. Y para violencia ya tenemos bastante. 
Por cierto, quien pueda ver en este artículo una forma de excusar la violencia de género ejercida por algunos hombres en contra de la mujeres o una negación del patriarcado existente o una negación del acoso sexual masculino  o  de las desigualdades existentes entre hombres y mujeres a favor de los primeros, no solo debería revisar sus competencias en el plano de la comprensión lectora, sino que bien le vale ser considerado o considerada un digno funcionario o funcionaria de la sociedad orwelliana.

13 comentarios:

gabriel dijo...

Muy bueno Pablo. Tu reflexión más que original es valiente y necesaria. Hay que decir estas cosas. Digo que no es original no como crítica, sino porque lo expresado está contrastado en la realidad. Basta ver lo que ha sucedido en España (modelo legislativo para Uruguay) desde hace diez años cuando se quitó a los hombres el principio jurídico fundandntal de presunción de inocencia. Se cuentan por miles y miles las denunciss falsas con lo que ello supone, además, de gasto de tiempo, dinero y energía para los juzgados y operadores jurídicos. Dentro de poco, con nuestra nueva ley de violencia de género, conenzaremos a transitar por este camino.

Anónimo dijo...

Muy interesante artículo. El tema de la violencia de género, sus consecuencias y repercusiones en el ámbito cultural y jurídico (que en buena medida es una manifestación de lo anterior), me recuerda a aquello que leí una vez en Vaz Ferreira cuando, analizando el sofisma de falsa oposición, refería a que la humanidad resultaba ser el ebrio a caballo, que, si lo enderezan de un lado, se cae por el otro. Un saludo cordial, Andrés

Pablo Romero García dijo...

Gracias, Gabriel y Andrés, por la lectura y los atinados comentarios. Creo que vamos camino de transitar el camino que sobre el final de su comentario señala Gabriel, con lo que tal cuestión implicará a nivel tanto jurídico como vincular.
Y lo que apunta Andrés trayendo a escena a nada menos que a nuestro gran filósofo local, es exactamente así como lo señala (por cierto, es muy válido el apunte, que a mí se me pasó explictar en la nota, de la dependencia de la manifestacíon jurídica respecto de lo que sucede a nivel cultural, que aunque se retroalimentan de algún modo, creo que es más pertinente señalar esa dependencia, sobre todo en este caso, tanto en lo negativo como en lo que pueda encontrarse de positivo, claro).

Abrazos!

Ruben dijo...

Un sexólogo uruguayo dijo algunalguna vez que las mujeres estuvieron sufriendo el holocausto más terrible conocido desde hace siglos. La reacción actual es explicable aunque no pueda justificarse. Es posible que como a toda acción sigue una reacción, ahora estamos viviendo la eclosión de tal reacción. Esto va a pasar a medida que pensadores como Ud. vayan aclarando los tantos.

Magdalena Visca dijo...

Estimado Pablo,
No sé porqué recibo tus correos, pero los recibo y a veces los leo, como hoy.
Coincido en que hay sectores que han gestado un odio al macho que tiene raíces bien diferentes a inequidad y violencia de género y seguramente pasen por asuntos personales muy profundos, pero hay una realidad cada vez más pública que es la violencia polimorfa que venimos sufriendo las mujeres desde hace milenios por una misteriosa hipótesis de superioridad del hombre y su equivocada percepción de que somos un bien de su propiedad.
Actúo profesionalmente en un medio tradicionalmente dominado por hombres. Una de las primeras cosas que aprendí en mis visitas a pequeños productores de Canelones antes de recibirme de Ing. Agrónomo, fue que todos esos dientes ausentes en las bocas de las mujeres de los productores, habían sido volados a golpes por los maridos.
Durante mi tiempo como investigadora en el norte del país, se sabía pueblo qué mujer era "movida" por el marido. Se comentaba "el marido la curte a mango" y punto. En ese tiempo, tuve la oportunidad de estar en una reunión social con un "respetado" profesional, cuya mujer no se atrevía a sacar los ojos del piso ni a emitir sonido porque seguramente lo que le esperaba en la casa, era más mango.
Recuerdo en Montevideo, otra chica perteneciente a esos barrios privados carísimos que tampoco emitió sonido en una cena por miedo a la paliza por tener opinión propia. Conozco otra más de esas privilegiadas, que pudo escaparse del marido que literalmente la reventaba y llevarse los hijos. Puedo también hablar de mujeres de clase alta bastante mayores que yo, con prótesis dental porque el marido con gran apellido, no le había dejado un diente. Y puedo seguir.
Viví en Brasil ocho años hasta hace dos años. Tuve varias empleadas domésticas. A la mitad de ellas los maridos las reventaban y ellas les tenían terror. Las salvaba la Igreja cuando lograban arrastrarlo, donde les controlaban la violencia.
En los últimos cinco años en Uruguay se colocaron 3000 tobilleras, hay mujeres que tienen que vivir con custodia policial porque la pareja si las agarra, las mata. Hemos visto hombres que les matan los hijos como agresión suprema y última. También en 2017 las encuestas dieron que 50% de las mujeres de Uruguay han sufrido alguna forma de violencia doméstica. Quiere decir, que 50% de los hombres que tienen mujer, la agreden de alguna manera.
Lamento profundamente que Mme. Catherine Deneuve no vea lo grave en que un hombre acose a una mujer, que no vea la invasión y ninguneo a la voluntad de una congénere que dice "no" a una propuesta sexual. Pero Mme. Deneuve no se ha destacado nunca por su altruismo.
No pertenezco a ningún colectivo feminista ni me defino como tal, pero realmente, no es lo mismo un hombre matándose a piñas con otro, o baleando a otro en el 40 Semanas o con una puñalada a la salida de un baile, que un hombre amasijando a golpes a su mujer sostenida y recurrentemente hasta aniquilarla como persona y/o matarla.
Parece que no ves el proceso de sufrimiento físico y sobre todo, emocional de esa mujer que la lleva a desintegrarse como persona, o a la tumba, y de la replicación de violencia que eso supone cuando hay niños testigos cautivos de eso.
¿O vos pensás que existen porque no se sabe en qué gastar la plata, los albergues para mujeres que por fin logran el coraje para escaparse de las palizas que les propina el marido?
Tu hipótesis de que son más los hombres matados por otros hombres que mujeres matadas por hombres, parte de premisas falsas para llegar a la conclusión de que "el hombre" es la cabeza de turco de la sociedad en este momento. Tu razonamiento es incorrecto.
Qué es lo que te lleva a esa falta de solidaridad y empatía con una realidad que rompe los ojos y afecta a la mitad de la humanidad, o sencillamente, a la mitad de las mujeres de tu país entre las cuales debés tener mujer e hija, no me corresponde a mí investigar ni dilucidar, pero me espeluzna.
Magdalena Visca

Pablo Romero García dijo...

Estimada Magdalena, te invito a que vuelvas a leer la nota, pues realmente las conclusiones que sacas y las valoraciones morales que luego haces, no tienen nada que ver con mi planteo. No solo no es mi intención minimizar los hechos de violencia de género (tanto que lo aclaro específicamente en más de un tramo del artículo), sino que apunto justamente a evitar todo tipo de violencia, incluida la generada por los discursos de los sectores radicales del feminismo. Me preocupa, sobre todo, la dependencia de la manifestación jurídica respecto de lo que sucede a nivel cultural con el tema de la violencia de género. Se está construyendo, desde posiciones radicales del feminismo, un universo simbólico, discursivo cultural, cuyo impacto a nivel jurídico –y también respecto de los vínculos cotidianos entre hombres y mujeres- es muy negativo. Creo que realmente esta cuestión colabora en que la violencia siga estando presente. Debemos recorrer otros caminos. ¿Cuáles? Bueno, esos nuevos caminos no pueden ser otros que los de estrategias de política pública y privada basadas en lo educativo y lo cultural. Una apuesta con verdaderas posibilidades de cambo de “cabeza”, más allá de lo punitivo, más allá de lo represivo, más allá de la política de las tobilleras para las situaciones de violencia doméstica, va a llevar años de afianzamiento, pero el cambio solo será real si lo es desde lo educativo, estructurándose en nuestra cultura. Así, por ejemplo, se debe trabajar sobre perspectivas vinculares desde el ámbito de primaria, aunque no solo en estos espacios institucionalizados. Se deben generar fuertes políticas de territorialización del asunto. Es clave trabajar desde el área social directamente en los barrios y con las familias. El vínculo intergénero debe ser una política de Estado. De momento, solo tenemos esfuerzos mínimos de concientización positiva del asunto. En todo caso, tenemos presiones desde sectores afines al patriarcado o desde su contracara, que es el feminismo radical. Por esas vías, simplemente ingresamos en una lógica que termina perpetuando la violencia. El nuevo camino es, en definitiva, un camino muy viejo, que hemos dejado de recorrer: la fuerte apuesta, desde lo institucional hasta lo familiar, a la educación en valores.
Abrazos y gracias por la lectura, el interés y tu respuesta.

Ingrid Astiz dijo...

Lo que cuenta Magdalena sobre violencia doméstica es tremendo y es verdad que no es comparable con un acto violento aislado, por eso estadísticas de hombres asesinados vs mujeres asesinadas no sé cuánto sirve porque la dinámica de la violencia entre dos personas fuertes en una discusión y la violencia entre una persona físicamente débil y asustada y otra fuerte y con sensación de poder en convivencia con hijos son dos cuestiones incomparables. La violencia es un tema extremadamente complejo... creo que como personas y como sociedad necesitamos saber mucho más del tema para poder desarticularla.

Unknown dijo...

Se está gestando un extremismo.
En los juzgados de violencia doméstica, basta ser mujer para ser inocente.
Tal es así, que la mujer acusa de violencia doméstica para echar a su marido/pareja y al poco tiempo está en la casa de su ex marido y su nueva pareja (que ya existía),eso genera mucho la ira incontrolable.
Antes existía en barrios y hogares vulnerables (por la dependencia y defensa del hombre al hogar),hoy existe en todos lados y con 2 testigos, dos Gardel y Lepera

Anónimo dijo...

http://www.elmundo.es/opinion/2018/02/12/5a80aa4746163f61168b4622.html

"Hay una crisis de la masculinidad. La "tóxica masculinidad", dicen las feministas. Los chicos reciben de la sociedad moderna un mensaje devastador y paralizante. Primero, se les recrimina su agresividad, cuando es innata y esencial a su deseo de competir, de ganar, de ser activamente virtuosos. Luego se les dice que la sociedad es una tiranía falocéntrica corrupta de la que ellos, por supuesto, son culpables de origen por el mero hecho de ser hombres. Y finalmente se les advierte: «No se os ocurra intentar prosperar o avanzar, porque entonces además de culpables seréis cómplices activos de la tiranía feminicida». El resultado es que muchos varones, sobre todo jóvenes, tienen la moral por los suelos. Están empantanados, perdidos. No tienen rumbo ni objetivos."

oneida chirino dijo...

Hola a todas y todos.Qisiera hacer algnos breves comentarios que hacen falta entre otros porqe con respecto al tema de género, no todo está dicho y de acuerdo con Pablo hace falta mcha discusión y aclaratorias terminológicas que seguramente en el camino se hirán esclareciendo de eso se trata también.
Soy feminista, por mi padre (agricultor con apenas la primaria completa, pero con mucha convicción de que la definición griega de mujer y reforzada por algunos padres de la Iglesia estaba equivocada).Es cierto que no todos los hombres son victimarios y que no todas las mujeres son las únicas víctimas.Pero sí algo ha rescatado el feminismo es la posiblidad de la palabra y la visibilización (cosa que implica mucha publicidad y hoy con las redes sociales a nuestra "disposición" (a pesar de que los dueños son varones)se pueden conocer algunas realidades muy bien ocultas y que el sistema patriarcal no está interesado que se conozca (el problema de la ablación, el velo islamico, leyes que por infidelidad femenina te conducen a muertes grotescas como morir lapidada, o por pronunciarte en contra de algo o disentir culturas etc).

oneida chirino dijo...

Ahora bien, todo el "escandalo" suscitado por el género pienso que aún no llega a todos los rincones del planeta, es decir, ahora es que falta para que la conciencia de género se asuma como debe ser, por lo tanto, no es fácil la erradicación del problema que por cierto es de todos. No es un problema de las mujeres, es un problema de hombres y de la naturaleza también y sí no se comprende desde esta perspectiva quizás no podamos abrir muchas esperanzas con el tema.
Sí las mujeres mienten como algnos casos lo han demostrado, entonces para eso está la ley. No es responsabilidad de nuevas leyes con perspectiva de género, en todo caso es un problema del sistema de justicia que está para hacer valer los principios de la VERDAD venga de donde venga.

Unknown dijo...

He leído el artículo y sus comentarios y me suscribo a la postura de Pablo. No merecemos dejarnos conducir por ninguna postura extremista, solo por lo que nuestros ojos y nuestro sentido de justicia puedan ver en cada situación; por supuesto que la mujer sufre violencia por parte de algunos hombres, pero también hay mujeres que violentan a hombres, a otras mujeres y a niños. Ya la Historia ha demostrado con sobrados ejemplos la crueldad humana, sea proveniente de hombres o mujeres, casi siempre coexistiendo con algunas perlas de dignidad: en una época hubo una Madeleine Truel junto a una Ilse Koch; podrían enumerarse un sinfín de ejemplos más. Enfocar el debate solamente desde la dimensión de género resulta para mi reduccionista; como sociedad deberíamos buscar los caminos para superar los escollos de la "marginalidad cultural" de la que tanto habla Pablo: ¿cómo encaramos el sistema educativo? ¿Qué valores son los que actualmente predominan? ¿Como nos hiere socialmente el impulso del consumisno? ¿Se han transformado los vínculos humanos en objeto de consumo? ¿Se visualiza claramente esta forma de violencia simbólica? ¿Que efectos concretos tiene? ¿Qué respuesta real tiene la sociedad y la educación? ¿Alguien se preocupa por investigarlo y difundirlo? ¿Cómo preparamos a los jóvenes para una convivencia cada vez más diluida y para un mundo del trabajo en permanente cambio? Saludos cordiales, Alejandro Aloisio

oscar dijo...

Sobre el papel del docente
Creo que no corresponde defender a docentes que se perpetuan en el cargo con 1 o dos años de estudios sin que terminen la carrera, que solo sumen puntajes con cursitos de la academia del barrio, creo que asi esta llegando gente para asegurarse un sueldo,seria prioritario que terminen la carrera y que cada 2 años se le hagan examen de evaluacion esto si seria jerarquizar la tarea del docente y darle credibilidad sus reclamos.
Con respecto a las politicas de formacion docente solo para los que terminaron la carrera
Los docentes quieren cambios, pero cuantos estarian dispuesto a cambiar?
Otro tema que sobre la educacion no se habla ni sirio ni troyanos es sobre la responsabilidad de los padres dado que la educacion primaria vienen de la casa y aqui es donde esta la dificultad mayor.
Salu oscar