martes, 8 de diciembre de 2009

El día que Secundaria se separó de la Universidad (y la pugna IPA-FHCE)

Se cumplen 74 años de la separación de la educación secundaria de la órbita de la Universidad. Efectivamente, el 11 de diciembre de 1935 -y en plena dictadura de Terra- se creó por ley el Consejo de Educación Secundaria. Este hecho instaló inmediatamente una polémica y un debate de ideas que aún tiene sus consecuencias en el sistema educativo uruguayo. Pero, hagamos un poco de historia antes de avanzar algo más sobre el asunto. Entrando en las primeras décadas del Uruguay independiente, tenemos que mientras en 1830 apenas habían dos aulas de nivel terciario –una de Latín y otra de filosofía-, ya en 1833 se pasa a nueve cátedras (Latín, Filosofía, Jurisprudencia, dos de Medicina, dos de Teología, una de Matemáticas y una de Economía Política), en 1836 se reglamentan por decreto los estudios universitarios y en 1838 se crea por otro decreto -bajo el gobierno de Oribe- la Casa de Estudios Generales con el carácter de Universidad Mayor de la República. Y aunque entre 1839 y 1851 el país sufre la Guerra Grande, es en ese período que el Instituto de Instrucción Pública reglamenta la Enseñanza Primaria y Secundaria y Científica (1847), y es un 18 de julio de 1849 que:“se inauguró y se instaló la Universidad de la República. La Universidad tenía bajo su órbita la Enseñanza Primaria, Secundaria y la Científica Profesional.La Enseñanza Primaria quedaba en realidad bajo la supervisión del Instituto de Instrucción Pública; y este Instituto bajo la dirección de la Universidad.
La Enseñanza Secundaria comprendería: Latín, Francés, Inglés, Estudios Comerciales, Física-matemática, Filosofía, Retórica, Historia Nacional, Principios de la Constitución.” (Nahum, Benjamín (Coord.), Historia de la Educación Secundaria. 1935-2008, CES, Montevideo, 2008, pág. 14)

En 1854 tenemos el “Informe Palomeque”, que supone la primera mirada de diagnóstico de la situación de nuestro sistema educativo y que contenía también su lado de recomendaciones, aspecto que -por falta de presupuesto, de maestros preparados y de textos- no pudo llevarse adelante.  
Entre medio de las convulsiones políticas y económicas de la época -guerras civiles incluidas- no se pudo orquestar un Sistema Educativo Nacional, pero sí se marcaron allí lo que serían sus bases. 
Y ya en el período que va de 1860 a 1900 tenemos las reformas en la universidad, con las inmediatas repercusiones en la enseñanza secundaria. En estos años, marcados por un período dictatorial, la búsqueda de la fuerte consolidación del estado naciente y la reforma vareliana, “va a quedar establecido el Sistema Educativo Público en tres pilares: Primaria: extendida a todo el país fuertemente centralizada por la reforma vareliana. Enseñanza Técnica: incipiente, con amplios posibilidades materiales de desarrollo. Enseñanza Secundaria y Superior: Centradas en la Universidad, con planes y programas específicos en sus tres Facultades, Derecho, Medicina y Matemática y en su Sección de Enseñanza Secundaria.” (Op. Cit, pág. 17)

Entre medio, el debate entre positivistas y espiritualistas marcaba el tinte intelectual del país, que tuvo sus capítulos referidos a la educación pública particularmente con la rica polémica de ideas que se suscitó entre José Pedro Varela y Carlos María Ramírez. 
Sobre fines del siglo XIX, -al final de los quince años en que Alfredo Vásquez Acevedo fue rector de la Universidad- eran unos 500 alumnos los que en total se contabilizaban como estudiantes de secundaria y la universidad. Secundaria funcionaba en el mismo edificio de la universidad, como una sección de ésta (creada precisamente en 1880 a propuesta de Vásquez Acevedo), lo cual tenía que ver en buena medida con la concepción que de ese nivel educativo se tenía:

“La enseñanza Secundaria Preparatoria, tenía una larga tradición en Uruguay. La misma se caracterizaba por considerar esa educación como preparación y antesala de los estudios universitarios relacionados con las carreras liberales. La ley orgánica de 1885 definía los fines de Secundaria: “…ampliar y completar la educación instrucción que se da en las escuelas primarias y preparar para el estudio de las carreras científicas y literarias; por su parte la Enseñanza Superior se contaría a la preparación y habilitación para el ejercicio liberal” (…) En ese sentido la Educación Secundaria se caracterizaba por su carácter exclusivo, respondiendo a las demandas de los sectores sociales que poseían los recursos para desarrollar estudios universitarios” (Op. Cit, pág. 19)

Pero, a su vez, ya estaba instalado en ese período el dilema de tener una enseñanza secundaria que fuese propedéutica a los estudios universitarios o el de tener una educación secundaria que apuntara a una formación más general y con un carácter más inclusivo y extensivo (será esta segunda opción, por cierto, la que finalmente se va a imponer en el correr del siglo XX). 
Y así vamos llegando al año 35’, donde finalmente se da esa separación de secundaria del ámbito universitario, lo cual trajo consigo una intensa polémica y que en los hechos supuso un mojón central en la historia de Secundaria y representó la efectiva desvinculación de la Enseñanza Media de la órbita universitaria, dejando de ser una Sección Secundaria y Preparatoria de la Universidad. Desvinculación en el marco de una dictadura y que supuso diferentes posicionamientos de autoridades, docentes, gremios y alumnos:

“La idea de transformar este sector de la educación, que mostraba una clara tendencia al crecimiento, ya estaba en la agenda universitaria. El debate interno centrado en las dimensiones pedagógicas planteaba los fines de Secundaria y el lugar institucional más conveniente para evitar que esta rama quedara reducida a una mera antesala de estudios universitarios. Su ubicación como Sección Secundaria y Preparatoria dentro de la Universidad de la República estaba en debate desde la década del veinte. El rechazo a la ley de 1935 obedecía a la modalidad y al contexto en que se produjo, y a la convicción de que el gobierno quería ejercer una vigilancia política en esta rama, hasta entonces fuera de su alcance. (…) Mientras las autoridades universitarias y el cuerpo docente sostenían que era necesaria una transformación de la educación media y se basaban en argumentos pedagógicos, el gobierno buscaba un control de esta rama de la enseñanza hasta ahora protegida por la autonomía universitaria.” (Op. Cit, pág. 43 a 45)

En ese entonces, el filósofo más importante que ha registrado la historia del pensamiento uruguayo, ejercía el rectorado de la Universidad. Carlos Vaz Ferreira, que era desde hace años figura central en la vida intelectual y educativa del país, sería contundente en su apreciación sobre la situación, acompañando el posicionamiento de estudiantes y de la Federación de Magisterio, entre otros, en medio de una situación de resistencia que llegó a tener enfrentamientos muy duros:

 “Para la Universidad fue una gran encrucijada. El Consejo Central Universitario rechazó la ley basado en que no había contado en la Cámara de Diputados con el quórum necesario para crear un Ente y estudió interponer el recurso de inconstitucionalidad. El Dr. Carlos Vaz Ferreira- rector de la Universidad- consideró la separación de Secundaria de la Universidad como un “horror pedagógico, administrativo y moral”, destacando que la norma era inconstitucional, de tendencia regresiva porque subordinaba la enseñanza al poder político y afectaba la organización e integridad de esa casa de estudios. Significaba para el rector una clara intromisión del poder político en el ámbito educativo realizada por una comisión ajena a la Universidad mientras precisamente el Claustro de la Universidad estudiaba un estatuto coordinador de toda la enseñanza bajo la dirección de la Universidad. 
Los estudiantes fueron los actores más activos y quienes llevaron a delante una sostenida y decidida movilización en defensa de la autonomía y contra la reforma que separaba la enseñanza Secundaria y Preparatoria de la órbita de la Universidad de la República. Fue un motivo más de enfrentamiento del sector estudiantil opositor a la dictadura terrista. Las reacciones contra el proyecto de ley de Creación de Enseñanza Secundaria, principalmente en el sector estudiantil fueron importantes, y consistieron en huelgas, asambleas, manifestaciones y choques callejeros con la policía, entre las que se destacaba la resistencia protagonizada por los estudiantes de Enseñanza Secundaria. En dichas manifestaciones participaron también diversas fuerzas populares e instituciones culturales como la Federación de Magisterio.” (Op. Cit, pág. 53-54)

En medio de este conflictivo marco, se ponía fin a la dependencia de secundaria del ámbito universitario, período que abarcó de 1849 a 1935 y en donde la enseñanza media era considerada meramente como preparatoria para los estudios universitarios..
El primer Consejo Nacional de Enseñanza Secundaria tuvo como su primer Director a Eduardo de Salterain Herrera y las tareas que tuvieron que enfrentar fueron varias y variadas, en tanto comenzó un acentuado crecimiento y expansión del sistema, sumando más alumnos, más docentes, más liceos. E incluyendo diversas realidades socio-económicas. 
En julio de 1949 se crea por ley el instituto de Profesores -y por un artículo de otra ley de agosto de 1950 se le denomina “Artigas” (al cumplirse en ese año el centenario de la muerte del prócer)- y en 1951 comienza funcionar el IPA, bajo la dirección de Antonio Grompone.
Y aquí, en este punto de la Historia, sería importante centrarnos directamente en la dupla Vaz Ferreira-Grompone, en sus dos visiones sobre la formación docente, que preceden y determinan, en buena medida, la creación del IPA por un lado y la creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias por el otro, hechos que están, en definitiva, estrechamente vinculados a esa proceso de separación de secundaria del espacio universitario, iniciado en 1935. Este punto supondría otro desarrollo mucho más específico, que va más allá de las intenciones de este breve artículo, pero aún así quisiera señalar al pasar que el punto central de esas diferentes perspectivas parece remitir a la manera de concebirse la institucionalización de la formación de profesores: mientras Vaz Ferreira apunta a un docente poseedor de una vasta cultura general, poseedor de un “espíritu libre” y autónomo como materia intelectual y ética necesaria para formarse y ejercer la docencia, de un saber desinteresado por oposición a un saber utilitario, alejado de la idea de que estudiar y formarse es rendir exámenes académicos y que señalaba el peligro de terminar asociando la enseñanza a una pedagogía restringida que alimentara un sistema educativo basado en la mera funcionalidad social y fiscalización institucional del saber; tenemos que en Grompone se apunta a un docente profesional que esté preparado para su actuación en la emergente y compleja realidad social del contexto de enseñanza media y sus particulares actores involucrados antes que apuntar a cómo se forma individuo/docente en su “espíritu libre”, contemplando las consecuencias de la masificación del ingreso de estudiantes a la enseñanza media y los nuevos objetivos a partir de esa situación, que ya no podían ser el de únicamente tomarse como una enseñanza de estudios preparatorio para el ingreso a la universidad o el de un sostener una elite cultural. Y sobre estas dos visiones, que son posibles de señalar una como “idealista” y otra como “práctica”, es que se proyectarán dos instituciones que, en alguna medida, aún están en pugna respecto de la formación y práctica docente: el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y la actualmente denominada Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE). Y este dilema, determinante histórica e institucionalmente en la historia de la educación uruguaya, en nuestra concepción de la formación docente, entre dos posiciones diferentes respecto de la misma -que considero es, en definitiva, una falsa oposición (como gustaría seguramente de plantear Vaz Ferreira el asunto, consecuente con su lógica viva)- aparece tan vigente hoy en día -y quizás más preocupantemente presente- como en esos años 40 y 50’ del siglo pasado. Por eso, en momentos de conmemorarse otro aniversario de la separación de secundaria de la universidad, parece ser importante para el actual debate educativo volver a poner el tema en el espacio del diálogo público.

Algunas breves reflexiones finales

Quisiera en este punto esbozar y arriesgar alguna hipótesis, buscando desarrollarla debidamente en posteriores instancias de diálogo y debate: a) La particular historia de la gestación de la enseñanza media uruguaya, incluyendo su “traumática” separación de la Universidad, es condición de algunos problemas actuales aún no resueltos en el terreno de la formación docente para este nivel educativo. Así, las perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone sobre la formación docente no hacen más que explicitar –y finalmente institucionalizar- un problema heredado desde la historia misma de nuestra conformación como nación y acuciante en determinado momento de nuestra historia educativa. b) La separación de la enseñanza secundaria de la Universidad, resuelta en un contexto de crisis institucional del país, sin un debido debate y finalmente generando una marcada separación formativa, entre un perfil docente apuntando a las necesidades sociales y prácticas del contexto del alumnado de secundaria y otro perfil apuntando a la libre formación e investigación universitaria, terminó a la larga afectando a ambos niveles (secundaria y universidad) y es un problema fuertemente presente, de delicado costo intelectual y cultural para el país, aunque no debidamente explicitado (y por ello mismo traer a escena a Vaz Ferreira y Grompone puede ser determinante para retomar un debate inteligente sobre el asunto). c) La mencionada separación ha generado a la larga un negativo divorcio entre docencia e investigación. d) El sistema educativo nacional necesita una re-estructuración, que contemple la posibilidad de inyectar de más “espíritu” universitario a la formación docente para secundaria, y una Universidad que a su vez se involucre marcadamente con la realidad social circundante, con el contexto inmediato y sus problemas, y que contemple debidamente en su perfil la formación pedagógica y –particularmente- la reflexión desde el espacio de la Filosofía de la educación. En este sentido, se me ocurre que quizás la idea de una Universidad Pedagógica Nacional –que por estos lares ha sido planteada pertinentemente por el profesor y filósofo Mauricio Langón- sea una buena iniciativa a tener en cuenta, quizás -agrego- matizando y sintetizando en ella las perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro texto por demás interesante, Pablo. Gracias. Me quedé pensando lo curioso de que dos hitos centrales en la educación uruguaya como la reforma vareliana y la separación de secundaria de la universidad se hayan dado bajo dictaduras.

Valeria

davidot dijo...

Es realmente fermental el trabajo que nos aportas. No creo que sea el caso de una falsa oposición la de las dos perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone, y estoy con la calificación de "horror pedagógico" que le asigna nuestro pensador a la separación aludida. A Valeria le respondería que no es nada azaroso que ambos hitos de la educación uruguaya se hayan dado bajo dictadura. Te recomendaría leer La sociedad desescolarizada de Ilich y el origen auténtico de los fenómenos de un capitalismo devastador planetario para los que la institucionalización escolarizada es fundamental.

Pablo Romero García dijo...

Gracias por los comentarios, tanto de Valeria como de David. Para Valeria decirle que, como bien señala David, precisamente no es azaroso que estos episodios se hayan dado en épocas dictatoriales. La dura y firme crítica que hace Vaz Ferreira desde su rectorado universitario a la decisión tomada por la dictadura Terrista es precisamente iluminadora al respecto. Luego, David, no conozco esa obra que nos recomiendas, pero buscando por internet he dado con algunas lecturas sobre la misma y parece muy interesante. Gracias por la recomendación.

Laura Domínguez dijo...

Buen aporte Pablo, yo te invitaría a seguirlo y ver los avatares del tema en el Congreso "Julio Castro" donde la idea de Langón fue tomada por un colectivo docente, específicamente por la ATD de Formación Docente y planteada en una de las comisiones. Tanto en la Comisión específica como en el plenario hay muchas puntas para continuar el análisis.
Saludos cordiales Laura Domínguez

Alvaro Berro dijo...

Muy bueno tu artículo Pablo. En el repaso histórico que hacés sobre la separación de Secundaria de la Universidad y sus posterior evolución institucional surgen elementos para una buena reflexión política, pedagógica y filosófica sobre la autonomía de la educación,la coordinación entre sus diferentes sistemas, su relación con la sociedad y el poder político. La Educación no solo necesita una mirada desde el campo académico, sino también político: gubernamental y social, entanto su razón de ser remite a un proyecto de sociedad y país. Por eso no juzgo tan traumática la separación de secundaria (a no ser por la dictadura, algo lamentable)en vistas de que la misma significó su expansión a nivel geográfico y social.
Personalmente me sumo a tu propuesta de la Universidad Pedagógica, en tanto es una medida transitoria que permita generar un cultura universitaria en Formación Docente.
Saludos
Alvaro Berro

Graciela Balparda dijo...

Muy buen artículo. Tus mensajes comenzaron como spam y sin embargo ¡bienvenidos!
uriel flores

Pablo Romero García dijo...

Laura, me alegro de saber que la idea de Mauricio haya sido tomada. Me parece un hecho importante y te pido me mantengas al tanto.

Álvaro, estoy muy de acuerdo con tu mirada: pese a los avatares del momento en que surgió la separación de secundaria, parece haber sido un hecho importante y necesario, pero, a la vez, creo que se perdió -a la larga- cierto nivel y "espíritu" intelectual en la formación, sobre todo en la pérdida de un enfoque hacia la investigacíon y el trabajo intelectual más allá del trabajo de aula y la mirada meramente didáctica. El IPA a la larga se ha convertido en una especie de liceo nocturno, muy "didactizado". Su propia estructura de olbigar a los estudiantes a llevar muchas materias anuales a la vez, ya es un síntoma de la necesidad de reestructura que tiene (¡quién puede formarse más o menos debidamente en serio llevando siete u ocho materiales anuales!). Falta, como bien dices, esa cultura universitaria y posiblemente apuntar a una Univesidad Pedagógica sea un muy buen camino a recorrer para la formación docente

Mauricio Langon dijo...

Querido Pablo:

"Posteo" parte de lo que te mandé personalmente:

Gracias por tu referencia al asunto de una Universidad Pedagógica Nacional. idea que no es original mía, sino que se venía gestando desde hace tiempo y fue planteada con anterioridad por varias personas (por ejemplo, por Oruam Barboza. Lo que yo hice fue sistematizar las razones que hacen deseable la creación de tal Universidad, intentando aportar una base sólida para su futura constitución.

La actual Ley de Educación plantea la creación de un Instituto Universitario de Educación. Un paso positivo, pero tímido en el mismo sentido que vos apuntás como cuestión de fondo: la de la autonomía de la educación pública y sus “entes autónomos de enseñanza”, que no debe obstaculizar la coordinación, diálogo y colaboración entre ellos.
Veo limitaciones en la Ley en ese sentido: a) Deja su organización en manos de una comisión harto compleja con representantes de distintas entidades (incluido el Poder Ejecutivo). Eso no debería ser obstáculo serio en la medida en que en su seno se dialogue positivamente para alcanzar la mejor solución posible.
b)Determina la constitución de la autoridad central de la nueva entidad con participación de entidades que no la integran (incluido el gobierno) coartando su futura autonomía. Limitación estructural que podría ser revertida en la práctica o modificada en el futuro próximo.
La disposición legal, en ese sentido, es un avance respecto a la situación actual, que puede llegar a ser positivo dependiendo de la altura de miras de la comisión y de las futuras autoridades del IUDE. Hay razones para ser moderadamente optimista.

En otro orden de cosas, me parece importante tu artículo en tanto plantea el “diálogo y debate” con una mirada hacia el pasado y en función de futuro. Me parece importante también retomar el pensamiento de Vaz Ferreira y el de Grompone para esta tarea.

(sigo en otro mensaje por cuestiones de longitud)

Mauricio Langon

Mauricio Langon dijo...

(continuación del comentario anterior)

No coincido con la correlación que creo entrever entre la cuestión de la separación de Secundaria de la Universidad, el pensamiento y acción de Grompone y la creación del IPA, por un lado; y la oposición de la Universidad a esa separación, el pensamiento y acción de Vaz Ferreira y la creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias, por otro.

La cuestión “IPA/Humanidades” es una “falsa oposición”, pero no puede restañarse con cierta facilidad. El repaso desapasionado de los textos de los dos “fundadores” ayuda, pero no alcanza.

Es necesario el estudio de los actos que desde los ’60 y hasta hoy, crearon, agravaron y conservaron una separación que de ningún modo puede explicarse como “consecuencia” de hechos de los '30 y de los ’50.

Sin asumir lo vivido entre fines de los '60 y la actualidad (el rechazo del plan Maggiolo, la transformación del currículo de Humanidades en carrera de grado, la no revalidación por ésta de ningún estudio realizado en el IPA, la decisión postdictadura de los docentes de Humanidades de no enseñar en el IPA, etc.)no se podrá solucionar un asunto que sigue perjudicando a la educación nacional.

Hago un repaso de mi experiencia para ilustrar esto.

En los ’60, el curriculum del IPA era análogo al actual (aunque con alrededor de 20 materias anuales en total. Era una carrera de grado “normal”, a la que se ingresaba con título de bachiller o maestro y con examen de ingreso (10 estudiantes de filosofía por año hasta 1964, 20 después, con un egreso mayor al 50%.

La "Licenciatura" de Humanidades no era razonablemente cursable como carrera de grado. No exigía ningún estudio previo (ni siquiera el de Bachiller). Sus egresados no llegaban a la decena y creo que todos ellos ya tenían título de grado. Su plan de estudio eran 16 materias de 3 horas semanales, que se cursaban en el orden que el estudiante quisiera y se aprobaban cada una con una monografía que se defendía ante un tribunal. Más una tesis final. El título (siguiendo la idea de Vaz Ferreira) no habilitaba al ejercicio profesional.

La mayoría de los cursos se centraba durante todo el año en un tema acotados. Por ejemplo: "Historia de la Filosofía Moderna" desarrollaba exclusivamente el Idealismo alemán y un Seminario de lectura de la Introducción a la "Fenomenología del Espíritu". "Filosofía Antigua" era un seminario de lectura del ‘Protágoras’ de Platón. "Filosofía Teórica" trabajaba con “Más allá del principio del placer". "Historia de las Ideas en América" se centraba en José Pedro Varela y José Batlle y Ordóñez”. No era algo sensatamente cursable como carrera de grado. Eran estudios de muy alto nivel, con características próximas a los actuales "posgrados".

La mayoría de los profesores enseñaba a la vez en el IPA y en Humanidades (Ardao, Flo, Sambarino, Heyman...). Algunos alumnos cursaban ambas carreras y casi todos los alumnos del IPA íbamos a cursos de Humanidades. Varios egresados del IPA entramos como "Ayudantes" a la docencia en Humanidades.

La historia de cómo se pasó de esa situación (que no digo que fuera idílica o sin conflictos) al estado actual que todos sufrimos, es lo que hay que explicar.

Y eso no se explica por las diferencias entre Grompone y Vaz, las características de sus instituciones, o la separación de Secundaria de la Universidad. Hay que ir a la historia del período '60 - 2009.

Un abrazo
Mauricio

Alfredo Armando Aguirre dijo...

En los ultimos tiempos, me he convencido de la fecundidad de hacer comparaciones entre las instituciones orientales y las argentinas.En particular lo referido a sus sistemas educativos. aunque cambien los apellidos de los protagonistas,por aqui se dan fenomenos llamativamente similares. No me cabe duda que en ambas orrillas se sabia lo que hacian en la otra. Sobre todo porque mis estudios sobre el pedagogo argentino- cordobes Saul Alejandro Taborda, hacen que me suenen familiares ,las apreciaciones pedagogicas de Vaz Ferreira(Su proyecto de "Parques esclares" em tiene fascinado, y parece tuvo imtadores en su tiempo por aqui.).
Debe si decirse que aqui en la Banda "occidental", hay un diferencial, a mi juicio complejizador: la presencia fuerte de la Iglesia Catolica en la cuestión educativa.
En el sitio de la Fundacion OSDE(aunque un poco dificil de encontrarlo eniternamente) estan dos obras de Taborda, particularmente lo que se considera su obra mas abarcante"Las investigaciones Pedagoicas", dodne precisamente Taborda desarrolla los temas de que da lugar a este posteo.Se trata de una obra de la década del 30.

Pablo Romero García dijo...

Agrego respuesta que nos comparte el maetro Juan Justino da Rosa:

Celebro la iniciativa y felicito al autor o los autores de esta propuesta por haber puesto en el tapete una temática por demás urgente y nunca liberada de la politización. Curiosamente un tema que imprescindiblemente se vincula con la autonomía, hasta el momento no ha sido posible discutirlo con esa mismo enfoque, por ser, en sí mismo, objeto muy preciado de toda ideología política. No conozco hasta el presente, desde el ámbito nacional, ningún enfoque pedagógico que, salteando lo inmediato, haya puesto la mira en un enfoque global que cualquier fuerza política pueda defender y poner en práctica.
Es evidente que hay discusiones que no se quieren plantear sobre la realidad de la Universidad de la República y el país, así como tampoco hay Ramírez ni Varelas dispuestos a jugarse la parada. Desde el llano quizá habemos muchos pero en nigún cuadro político, de ninguna tendencia, aparece la voluntad de hincarle el diente a semejante tema.
Sabemos todos de los costos políticos que ello acarrea, y queda claro que no están dadas las circunstancias para tirar semejante gato encima de la mesa.
Creo firmemente que en tanto no vuelva a pensarse en que la Universidad necesariamente esté articulada con el gobierno nacional -y no solamente en contacto por medio del otorgamiento del presupuesto- inútiles serán los esfuerzos en buscar una estructura unificadora con otros elementos que sí tienen otra relación con el poder político. Las autonomías de Secundaria o de Primaria o la del IPA muy lejos están de la que ostenta la Universidad; por lo tanto antes de pensar en
intentos de modificaciones en esas estructuras desiguales, habría que empezar por el pensar en una estructura que las unifique; recién después de dado ese paso trascendental, sería viable una discusión sobre una organización coherente y de conjunto.
Tal como han sido expuestos los antecedentes de esta propuesta, seguimos arrastrando una problemática nacida en circunstancias históricas, que ha llegado el momento de cambiar.
Juan Justino da Rosa jjdarosa@gmail.com

Pablo Romero García dijo...

Mauricio, no conocía el artículo de Oruam, aunque si tengo presente tu intervención sobre el tema, particularmente tu texto presentado en la ATD nacional del 2006 y creo reconocer ahí un impulso debidamente fundamentado sobre el tema. La articulación de la tríada docencia, investigación y extensión parece ser central para la formación docente. Y realmente el IPA no brinda esto a sus estudiantes. El divorcio docencia/investigación en la formación docente que tenemos actualmente, en la impronta intelectual que se les da a los alumnos del IPA, es una especie de suicidio cultural, casi una tragedia educativa. Esto debe cambiar lo antes posible. Y en eso, a la larga, creo que Vaz Ferreira nuevamente fue un visionario y un denunciante no debidamente comprendido y escuchado. Estamos en la retaguardia de los sistemas de formación docente. Realmente la actividad docente ha perdido mucho de sus prestigio, y particularmente de su prestigio intelectual. Y mucho tiene que ver, repito, el actual sistema de formación docente que se ofrece, carente de espíritu de investigación y que se parece más bien a un sistema propio de una especie de “liceo para adultos terciarios”, en donde se mastica algo de la peor manera (¡quién puede llevar seriamente seis, siete y hasta ocho materias anuales, entre específicas y generales!) y se vomita en exámenes que solo tienen un fin crediticio, que no deja casi nada como fermento y combustible intelectual una vez padecido. Y, de colmo, terminar el IPA significa -en la mayoría de los casos- el comienzo de la “muerte” intelectual del docente, que se dedicará a preparar clases en una primera instancia y, a lo sumo y en el mejor de los casos, no pasará de llevar 30 años de carrera más o menos preparando clases similares. Algunos ya no leerán más que un par de libros más en su vida. El salir del dantesco IPA e ingresar al sistema de educación formal de secundaria es en muchos casos la entrada a un estado vegetativo de la inteligencia. Hay que formar apasionados intelectuales, gente inquieta, cuya vida intelectual, (y política, en el más amplio sentido) no se le vaya únicamente en al aula, antes que continuar alimentando un modelo institucional que forma docentes en serie que repiten cosas de manuales o que más o menos dan clases entretenidas o más o menos removedoras en algún caso aislado. Y, para esto, resulta central remodelar precisamente el sistema y el modelo de la formación docente. Urge que se le infecte vida universitaria, objetivos de investigación, verdaderos emprendimientos de extensión. Tampoco digo, claro, que se pueda tomar como referente para esto el modelo vazferreireano de estudios libres (aunque, definitivamente, creo que es lo que aportaría más fermento a nuestra aislada y alicaída aldea intelectual local). Son otros los tiempos y los requerimientos profesionales. (continúa en otro mensaje)

Pablo Romero García dijo...

(continuación del mensaje anterior, en respuesta a Mauricio Langón):

No tengo muy claro si la propuesta del IUDE va en definitiva por una senda acertada al respecto y, a primera vista, veo esas mismas complicaciones que vos marcás. Pero creo debería estudiar más sobre el tema, leer lo que están planteando quienes como vos le han metido más la “cuchara” al asunto.
Respecto del abordaje desde Vaz y Grompone y esa posible pugna IPA/FHCE, precisamente advertía que, coincidiendo con lo que diría Vaz, seguramente estemos frente a una falsa oposición. Tanto que lo que finalmente planteo es complementar lo que ciertamente no es opuesto. De eso trata finalmente el texto. Y creo que ese “espíritu” bien puede ser recogido en la propuesta de una Universidad pedagógica, tomando a Vaz y Grompone como dos mentores que iban en buena medida por sendas que se complementan más que se oponen. Y, por supuesto, comparto que hay que desatar ese nudo histórico. Hay un trabajo importante por hacer en ese sentido, sobre todo con el fin de proyectar lo que se viene, la formación docente –y la universidad- que requiere el Uruguay del siglo XXI. Puedo estar equivocándome, pero en alguna medida creo que esos hechos de la mitad del siglo XX tuvieron finalmente un andar que ha paralizado intelectualmente a nuestro sistema educativo.
Te sigo leyendo, los sigo leyendo. Me parece central continuar este debate.

Abrazos

Alvaro Berro dijo...

Estimado Pablo: Si bien entiendo tu preocupación, no concuerdo mucho con tus últimas conclusiones sobre todo cuando te referís a: "un modelo institucional que forma docentes en serie que repiten cosas de manuales o que más o menos dan clases entretenidas o más o menos removedoras en algún caso aislado".Persivo en este parrafo una cierta desvalorización de uno de los puntos neurálgicos de la profesión docente que es la enseñanza. Ojala y sea cierto que los docentes dan clases como las que tu describis, pues ese es su cometido principal, (como lo es para un médico curar efermedades).No es menor que un docente motive a sus alumnos pues eso implica el brindarles un marco de reflexión ciudadana, a la par que abrirles un posible camino de inserción social. Es muy cierto tu planteo sobre la excesiva carga horaria y de asignturas de la maya curricular, pero cierto también es que el mismo responde un foco de tensión complejo
y dificil de solucionar, que viene del perfil docente. Una profesión que se conforma por la intersección de tres campos: el pedagógico, el disciplinar y el didáctico. Un docente no es un filosofo o un biólogo, sino que es alguien que munido de conocimientos disciplinares apoya y genera procesos de enseñanza aprendizaje en grupos de educación formal. En este sentido humildemente creo (capaz que me equivoco) que hacía ahi debe dirigirse la políticas de estudio e investigación de Formación Docente.
Saludos

Pablo Romero García dijo...

Concuerdo contigo en líneas generales, Álvaro. Mi comentario no va en contra de desvalorizar las clases entretenidas e itneresantes que muchos docentes logran dar (y ojalá, espero, mis alumnos consideren que yo tengo también esas cualidades) sino a criticar el punto de que toda una institución de formación docente termine encminándose en objetivos que parece pasan por repetir manuales de manera acertada y, a lo sumo, "entretenida". Generalizar, claro, es siempre malo, y es cierto que hay muchas y valiosas excepciones. Pero, insisto, creo que en líneas generales el divorcio docencia/investigacíon ha sido lapidario para la formación docente. Como alumno del IPA y como alumno a su vez de la Facultad de Humandiades, en alguna medida he podido reflexionar desde la práctica institucional misma sobre esas carencias y la falta de complementariedad ente ambas instituciones. Creo, es trágico que el docente de educación media haya perdido un rol intelectual, para ser en los mejores casos un correcto profesor de aula, que -repito, en el mejor de los casos- logra clases "entretenidas". Me parece, el rol docente supone y requiere mucho más que esto. Y el déficit fundmamental está en la propia formación docente institucional, que ha dejado de generar docentes intelectuales. Su propia currícula, carga horaria y formas de evaluación atenta contra esto. Por supuesto, tambien puede considerarse que no es necesario -y quizás hasta contraproducente según las características más utilitarias que puedan dársele a la función- que los docentes tengan características de -o intenciones de ser- intelectuales y productores de trabajo cultural (publicar libros, generar artículos, dictar seminarios, preparar ponencias, etc, etc...o sea, tener vida intelectual mucho más allá del aula, que redundará precisamente en su mejor tarea como profesor y más allá del aula, aportando a la comunidad por fuera de los epsacios de la educación formal). Pero hoy día se sale del IPA sin el afán ni la capacidad de proponerse a escribir ni dos líneas para un posible artículo y menos pensar en producir algún libro o generar espacios culturales abiertos hacia la colectividad. Se sale, eso sí, alienado con dar bonitas clases "didactizadas". Más allá de eso, sólo queda la desolación del intelecto. Y sumale que después tener que dar mil horas de clases para más o menos sobrevivir económicamente. Entonces, entrás
en un estado vegetativo de la inteligencia. Esto es dramático. Se ha perdido la clase docente intelectual en nuestro país. Creo que hay múltiples factores que inciden. Hay que seguir pensando juntos este problema...

Anónimo dijo...

Estimados, puesto que desaparecieron todos mis comentarios en esta entrada, envío algunos de nuevo. Abrazos, Pablo Romero. Decía:

Mauricio, no conocía el artículo de Oruam, aunque si tengo presente tu intervención sobre el tema, particularmente tu texto presentado en la ATD nacional del 2006 y creo reconocer ahí un impulso debidamente fundamentado sobre el tema. La articulación de la tríada docencia, investigación y extensión parece ser central para la formación docente. Y realmente el IPA no brinda esto a sus estudiantes. El divorcio docencia/investigación en la formación docente que tenemos actualmente, en la impronta intelectual que se les da a los alumnos del IPA, es una especie de suicidio cultural, casi una tragedia educativa. Esto debe cambiar lo antes posible. Y en eso, a la larga, creo que Vaz Ferreira nuevamente fue un visionario y un denunciante no debidamente comprendido y escuchado. Estamos en la retaguardia de los sistemas de formación docente. Realmente la actividad docente ha perdido mucho de sus prestigio, y particularmente de su prestigio intelectual. Y mucho tiene que ver, repito, el actual sistema de formación docente que se ofrece, carente de espíritu de investigación y que se parece más bien a un sistema propio de una especie de “liceo para adultos terciarios”, en donde se mastica algo de la peor manera (¡quién puede llevar seriamente seis, siete y hasta ocho materias anuales, entre específicas y generales!) y se vomita en exámenes que solo tienen un fin crediticio, que no deja casi nada como fermento y combustible intelectual una vez padecido. Y, de colmo, terminar el IPA significa -en la mayoría de los casos- el comienzo de la “muerte” intelectual del docente, que se dedicará a preparar clases en una primera instancia y, a lo sumo y en el mejor de los casos, no pasará de llevar 30 años de carrera más o menos preparando clases similares. Algunos ya no leerán más que un par de libros más en su vida. El salir del dantesco IPA e ingresar al sistema de educación formal de secundaria es en muchos casos la entrada a un estado vegetativo de la inteligencia. Hay que formar apasionados intelectuales, gente inquieta, cuya vida intelectual, (y política, en el más amplio sentido) no se le vaya únicamente en al aula, antes que continuar alimentando un modelo institucional que forma docentes en serie que repiten cosas de manuales o que más o menos dan clases entretenidas o más o menos removedoras en algún caso aislado. Y, para esto, resulta central remodelar precisamente el sistema y el modelo de la formación docente. Urge que se le infecte vida universitaria, objetivos de investigación, verdaderos emprendimientos de extensión. Tampoco digo, claro, que se pueda tomar como referente para esto el modelo vazferreireano de estudios libres (aunque, definitivamente, creo que es lo que aportaría más fermento a nuestra aislada y alicaída aldea intelectual local). Son otros los tiempos y los requerimientos profesionales. (continúa en otro mensaje)

Anónimo dijo...

(continuación del mensaje anterior, en respuesta a Mauricio Langón):

No tengo muy claro si la propuesta del IUDE va en definitiva por una senda acertada al respecto y, a primera vista, veo esas mismas complicaciones que vos marcás. Pero creo debería estudiar más sobre el tema, leer lo que están planteando quienes como vos le han metido más la “cuchara” al asunto.
Respecto del abordaje desde Vaz y Grompone y esa posible pugna IPA/FHCE, precisamente advertía que, coincidiendo con lo que diría Vaz, seguramente estemos frente a una falsa oposición. Tanto que lo que finalmente planteo es complementar lo que ciertamente no es opuesto. De eso trata finalmente el texto. Y creo que ese “espíritu” bien puede ser recogido en la propuesta de una Universidad pedagógica, tomando a Vaz y Grompone como dos mentores que iban en buena medida por sendas que se complementan más que se oponen. Y, por supuesto, comparto que hay que desatar ese nudo histórico. Hay un trabajo importante por hacer en ese sentido, sobre todo con el fin de proyectar lo que se viene, la formación docente –y la universidad- que requiere el Uruguay del siglo XXI. Puedo estar equivocándome, pero en alguna medida creo que esos hechos de la mitad del siglo XX tuvieron finalmente un andar que ha paralizado intelectualmente a nuestro sistema educativo.
Te sigo leyendo, los sigo leyendo. Me parece central continuar este debate.

Abrazos, Pablo Romero

Andrés dijo...

Dos cosas:
1. Que los estudiantes del IPA (o profesores) que quieren un poco más, tengan que ir a FHCE a hacer un grado (no un pos!) es sintomático. Creo que revela carencias en ambas instituciones. Ambas rengas o tuertas.
2. Que tal vez se pierda de vista, o se minimice, el desafío intelectual que representa el diálogo con los alumnos. Cuántos investigadores están capacitados para dialogar con alumnos de ciclo básico y bachillerato? No hablo de capacidad didáctica sino intelectual.

acotación:
Me resulta interesante que se necesite "otro Vaz" para ver la oposición Vaz-Grompone, como falsa oposición. Puede que un sólo Vaz no sea suficiente para el asunto de la educación.

Unknown dijo...

Bien Pablo eh, me ayuda pila para el parcial. gracias CeRp suroeste