martes, 8 de diciembre de 2009

El día que Secundaria se separó de la Universidad (y la pugna IPA-FHCE)

Se cumplen 74 años de la separación de la educación secundaria de la órbita de la Universidad. Efectivamente, el 11 de diciembre de 1935 -y en plena dictadura de Terra- se creó por ley el Consejo de Educación Secundaria. Este hecho instaló inmediatamente una polémica y un debate de ideas que aún tiene sus consecuencias en el sistema educativo uruguayo. Pero, hagamos un poco de historia antes de avanzar algo más sobre el asunto. Entrando en las primeras décadas del Uruguay independiente, tenemos que mientras en 1830 apenas habían dos aulas de nivel terciario –una de Latín y otra de filosofía-, ya en 1833 se pasa a nueve cátedras (Latín, Filosofía, Jurisprudencia, dos de Medicina, dos de Teología, una de Matemáticas y una de Economía Política), en 1836 se reglamentan por decreto los estudios universitarios y en 1838 se crea por otro decreto -bajo el gobierno de Oribe- la Casa de Estudios Generales con el carácter de Universidad Mayor de la República. Y aunque entre 1839 y 1851 el país sufre la Guerra Grande, es en ese período que el Instituto de Instrucción Pública reglamenta la Enseñanza Primaria y Secundaria y Científica (1847), y es un 18 de julio de 1849 que:“se inauguró y se instaló la Universidad de la República. La Universidad tenía bajo su órbita la Enseñanza Primaria, Secundaria y la Científica Profesional.La Enseñanza Primaria quedaba en realidad bajo la supervisión del Instituto de Instrucción Pública; y este Instituto bajo la dirección de la Universidad.
La Enseñanza Secundaria comprendería: Latín, Francés, Inglés, Estudios Comerciales, Física-matemática, Filosofía, Retórica, Historia Nacional, Principios de la Constitución.” (Nahum, Benjamín (Coord.), Historia de la Educación Secundaria. 1935-2008, CES, Montevideo, 2008, pág. 14)

En 1854 tenemos el “Informe Palomeque”, que supone la primera mirada de diagnóstico de la situación de nuestro sistema educativo y que contenía también su lado de recomendaciones, aspecto que -por falta de presupuesto, de maestros preparados y de textos- no pudo llevarse adelante.  
Entre medio de las convulsiones políticas y económicas de la época -guerras civiles incluidas- no se pudo orquestar un Sistema Educativo Nacional, pero sí se marcaron allí lo que serían sus bases. 
Y ya en el período que va de 1860 a 1900 tenemos las reformas en la universidad, con las inmediatas repercusiones en la enseñanza secundaria. En estos años, marcados por un período dictatorial, la búsqueda de la fuerte consolidación del estado naciente y la reforma vareliana, “va a quedar establecido el Sistema Educativo Público en tres pilares: Primaria: extendida a todo el país fuertemente centralizada por la reforma vareliana. Enseñanza Técnica: incipiente, con amplios posibilidades materiales de desarrollo. Enseñanza Secundaria y Superior: Centradas en la Universidad, con planes y programas específicos en sus tres Facultades, Derecho, Medicina y Matemática y en su Sección de Enseñanza Secundaria.” (Op. Cit, pág. 17)

Entre medio, el debate entre positivistas y espiritualistas marcaba el tinte intelectual del país, que tuvo sus capítulos referidos a la educación pública particularmente con la rica polémica de ideas que se suscitó entre José Pedro Varela y Carlos María Ramírez. 
Sobre fines del siglo XIX, -al final de los quince años en que Alfredo Vásquez Acevedo fue rector de la Universidad- eran unos 500 alumnos los que en total se contabilizaban como estudiantes de secundaria y la universidad. Secundaria funcionaba en el mismo edificio de la universidad, como una sección de ésta (creada precisamente en 1880 a propuesta de Vásquez Acevedo), lo cual tenía que ver en buena medida con la concepción que de ese nivel educativo se tenía:

“La enseñanza Secundaria Preparatoria, tenía una larga tradición en Uruguay. La misma se caracterizaba por considerar esa educación como preparación y antesala de los estudios universitarios relacionados con las carreras liberales. La ley orgánica de 1885 definía los fines de Secundaria: “…ampliar y completar la educación instrucción que se da en las escuelas primarias y preparar para el estudio de las carreras científicas y literarias; por su parte la Enseñanza Superior se contaría a la preparación y habilitación para el ejercicio liberal” (…) En ese sentido la Educación Secundaria se caracterizaba por su carácter exclusivo, respondiendo a las demandas de los sectores sociales que poseían los recursos para desarrollar estudios universitarios” (Op. Cit, pág. 19)

Pero, a su vez, ya estaba instalado en ese período el dilema de tener una enseñanza secundaria que fuese propedéutica a los estudios universitarios o el de tener una educación secundaria que apuntara a una formación más general y con un carácter más inclusivo y extensivo (será esta segunda opción, por cierto, la que finalmente se va a imponer en el correr del siglo XX). 
Y así vamos llegando al año 35’, donde finalmente se da esa separación de secundaria del ámbito universitario, lo cual trajo consigo una intensa polémica y que en los hechos supuso un mojón central en la historia de Secundaria y representó la efectiva desvinculación de la Enseñanza Media de la órbita universitaria, dejando de ser una Sección Secundaria y Preparatoria de la Universidad. Desvinculación en el marco de una dictadura y que supuso diferentes posicionamientos de autoridades, docentes, gremios y alumnos:

“La idea de transformar este sector de la educación, que mostraba una clara tendencia al crecimiento, ya estaba en la agenda universitaria. El debate interno centrado en las dimensiones pedagógicas planteaba los fines de Secundaria y el lugar institucional más conveniente para evitar que esta rama quedara reducida a una mera antesala de estudios universitarios. Su ubicación como Sección Secundaria y Preparatoria dentro de la Universidad de la República estaba en debate desde la década del veinte. El rechazo a la ley de 1935 obedecía a la modalidad y al contexto en que se produjo, y a la convicción de que el gobierno quería ejercer una vigilancia política en esta rama, hasta entonces fuera de su alcance. (…) Mientras las autoridades universitarias y el cuerpo docente sostenían que era necesaria una transformación de la educación media y se basaban en argumentos pedagógicos, el gobierno buscaba un control de esta rama de la enseñanza hasta ahora protegida por la autonomía universitaria.” (Op. Cit, pág. 43 a 45)

En ese entonces, el filósofo más importante que ha registrado la historia del pensamiento uruguayo, ejercía el rectorado de la Universidad. Carlos Vaz Ferreira, que era desde hace años figura central en la vida intelectual y educativa del país, sería contundente en su apreciación sobre la situación, acompañando el posicionamiento de estudiantes y de la Federación de Magisterio, entre otros, en medio de una situación de resistencia que llegó a tener enfrentamientos muy duros:

 “Para la Universidad fue una gran encrucijada. El Consejo Central Universitario rechazó la ley basado en que no había contado en la Cámara de Diputados con el quórum necesario para crear un Ente y estudió interponer el recurso de inconstitucionalidad. El Dr. Carlos Vaz Ferreira- rector de la Universidad- consideró la separación de Secundaria de la Universidad como un “horror pedagógico, administrativo y moral”, destacando que la norma era inconstitucional, de tendencia regresiva porque subordinaba la enseñanza al poder político y afectaba la organización e integridad de esa casa de estudios. Significaba para el rector una clara intromisión del poder político en el ámbito educativo realizada por una comisión ajena a la Universidad mientras precisamente el Claustro de la Universidad estudiaba un estatuto coordinador de toda la enseñanza bajo la dirección de la Universidad. 
Los estudiantes fueron los actores más activos y quienes llevaron a delante una sostenida y decidida movilización en defensa de la autonomía y contra la reforma que separaba la enseñanza Secundaria y Preparatoria de la órbita de la Universidad de la República. Fue un motivo más de enfrentamiento del sector estudiantil opositor a la dictadura terrista. Las reacciones contra el proyecto de ley de Creación de Enseñanza Secundaria, principalmente en el sector estudiantil fueron importantes, y consistieron en huelgas, asambleas, manifestaciones y choques callejeros con la policía, entre las que se destacaba la resistencia protagonizada por los estudiantes de Enseñanza Secundaria. En dichas manifestaciones participaron también diversas fuerzas populares e instituciones culturales como la Federación de Magisterio.” (Op. Cit, pág. 53-54)

En medio de este conflictivo marco, se ponía fin a la dependencia de secundaria del ámbito universitario, período que abarcó de 1849 a 1935 y en donde la enseñanza media era considerada meramente como preparatoria para los estudios universitarios..
El primer Consejo Nacional de Enseñanza Secundaria tuvo como su primer Director a Eduardo de Salterain Herrera y las tareas que tuvieron que enfrentar fueron varias y variadas, en tanto comenzó un acentuado crecimiento y expansión del sistema, sumando más alumnos, más docentes, más liceos. E incluyendo diversas realidades socio-económicas. 
En julio de 1949 se crea por ley el instituto de Profesores -y por un artículo de otra ley de agosto de 1950 se le denomina “Artigas” (al cumplirse en ese año el centenario de la muerte del prócer)- y en 1951 comienza funcionar el IPA, bajo la dirección de Antonio Grompone.
Y aquí, en este punto de la Historia, sería importante centrarnos directamente en la dupla Vaz Ferreira-Grompone, en sus dos visiones sobre la formación docente, que preceden y determinan, en buena medida, la creación del IPA por un lado y la creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias por el otro, hechos que están, en definitiva, estrechamente vinculados a esa proceso de separación de secundaria del espacio universitario, iniciado en 1935. Este punto supondría otro desarrollo mucho más específico, que va más allá de las intenciones de este breve artículo, pero aún así quisiera señalar al pasar que el punto central de esas diferentes perspectivas parece remitir a la manera de concebirse la institucionalización de la formación de profesores: mientras Vaz Ferreira apunta a un docente poseedor de una vasta cultura general, poseedor de un “espíritu libre” y autónomo como materia intelectual y ética necesaria para formarse y ejercer la docencia, de un saber desinteresado por oposición a un saber utilitario, alejado de la idea de que estudiar y formarse es rendir exámenes académicos y que señalaba el peligro de terminar asociando la enseñanza a una pedagogía restringida que alimentara un sistema educativo basado en la mera funcionalidad social y fiscalización institucional del saber; tenemos que en Grompone se apunta a un docente profesional que esté preparado para su actuación en la emergente y compleja realidad social del contexto de enseñanza media y sus particulares actores involucrados antes que apuntar a cómo se forma individuo/docente en su “espíritu libre”, contemplando las consecuencias de la masificación del ingreso de estudiantes a la enseñanza media y los nuevos objetivos a partir de esa situación, que ya no podían ser el de únicamente tomarse como una enseñanza de estudios preparatorio para el ingreso a la universidad o el de un sostener una elite cultural. Y sobre estas dos visiones, que son posibles de señalar una como “idealista” y otra como “práctica”, es que se proyectarán dos instituciones que, en alguna medida, aún están en pugna respecto de la formación y práctica docente: el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y la actualmente denominada Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE). Y este dilema, determinante histórica e institucionalmente en la historia de la educación uruguaya, en nuestra concepción de la formación docente, entre dos posiciones diferentes respecto de la misma -que considero es, en definitiva, una falsa oposición (como gustaría seguramente de plantear Vaz Ferreira el asunto, consecuente con su lógica viva)- aparece tan vigente hoy en día -y quizás más preocupantemente presente- como en esos años 40 y 50’ del siglo pasado. Por eso, en momentos de conmemorarse otro aniversario de la separación de secundaria de la universidad, parece ser importante para el actual debate educativo volver a poner el tema en el espacio del diálogo público.

Algunas breves reflexiones finales

Quisiera en este punto esbozar y arriesgar alguna hipótesis, buscando desarrollarla debidamente en posteriores instancias de diálogo y debate: a) La particular historia de la gestación de la enseñanza media uruguaya, incluyendo su “traumática” separación de la Universidad, es condición de algunos problemas actuales aún no resueltos en el terreno de la formación docente para este nivel educativo. Así, las perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone sobre la formación docente no hacen más que explicitar –y finalmente institucionalizar- un problema heredado desde la historia misma de nuestra conformación como nación y acuciante en determinado momento de nuestra historia educativa. b) La separación de la enseñanza secundaria de la Universidad, resuelta en un contexto de crisis institucional del país, sin un debido debate y finalmente generando una marcada separación formativa, entre un perfil docente apuntando a las necesidades sociales y prácticas del contexto del alumnado de secundaria y otro perfil apuntando a la libre formación e investigación universitaria, terminó a la larga afectando a ambos niveles (secundaria y universidad) y es un problema fuertemente presente, de delicado costo intelectual y cultural para el país, aunque no debidamente explicitado (y por ello mismo traer a escena a Vaz Ferreira y Grompone puede ser determinante para retomar un debate inteligente sobre el asunto). c) La mencionada separación ha generado a la larga un negativo divorcio entre docencia e investigación. d) El sistema educativo nacional necesita una re-estructuración, que contemple la posibilidad de inyectar de más “espíritu” universitario a la formación docente para secundaria, y una Universidad que a su vez se involucre marcadamente con la realidad social circundante, con el contexto inmediato y sus problemas, y que contemple debidamente en su perfil la formación pedagógica y –particularmente- la reflexión desde el espacio de la Filosofía de la educación. En este sentido, se me ocurre que quizás la idea de una Universidad Pedagógica Nacional –que por estos lares ha sido planteada pertinentemente por el profesor y filósofo Mauricio Langón- sea una buena iniciativa a tener en cuenta, quizás -agrego- matizando y sintetizando en ella las perspectivas de Vaz Ferreira y Grompone.